Pos falta un mes para la elección presidencial y ya comienza a volver imposible, pues, la posibilidad de que la candidata X del prianismo, pueda si siquiera acercarse a la abanderada de Morena, Claudia Sheinbaum.
Ayer los líderes del PRI y el PAN, y lo que queda del PRD, le pidieron a Jorge Álvarez Máynez, aspirante presidencial de Movimiento Ciudadano, que renuncie a su candidatura. De ese tamaño es la desesperación del prianismo.
Y esque en el último mes, muchos de los votos que tenían los prianistas, se han ido a Movimiento Ciudadano, que ya lleva 10 por ciento, algo que le dará para ganar diputaciones y varios estados. Renunciar para unirse al prianismo, no serviría nada y sería su tumba política. No va a pasar, por supuesto.
Los dirigentes del prianismo, incluyendo al empresario Claudio X. González, piensan que son los salvadores de México, cuando en realidad son los villanos, villanos que han hecho mucho mal a las clases trabajadoras, a los más vulnerables.
La derecha conservadora ya sabe que no ganará y está desesperada. Ha acudido a la iglesia Católica, que también ha querido meter su cuchara en el asunto. Algunos sacerdotes, se han atrevido a decir en plenas homilía, que si gana Morena, la Iglesia será perseguida. Si esa fuera la intención de Morena, la Iglesia hubiera sido perseguida con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Resulta y resalta, pues, que el sacerdote Antonio Estrada aseguró durante su misa en la Catedral de la Asunción, en Chilpancingo, Guerrero, que “Dios nos está pidiendo que recemos para que haya paz, porque si gana Morena nos va a perseguir a la Iglesia católica”. Es increíble y penoso para un país como el nuestro que la Iglesia continúe metiéndose en lo que no debería meterse. Su papel es otro.
Es insultante para todos los mexicanos que sacerdotes digan que en las elecciones del 2 de junio habra sangre y hay que rezar para que eso no suceda. Damas y caballeros, esto es parte de la campaña de miedo a la que ha sido sometida el pueblo durante los últimos 18 años, pero ya nadie les cree.
Y es que en pleno fervor electoral, la Iglesia Católica ha vuelto a alzar la voz, para tratar de influir en las decisiones políticas. Sin embargo, su papel primordial no radica en la política terrenal, sino en el reino espiritual.
Las recientes intervenciones de líderes religiosos son alarmantes y preocupantes, y plantean interrogantes sobre la separación entre Iglesia y Estado, un principio fundamental en democracias laicas. Si bien es válido que la Iglesia exprese su opinión sobre temas morales, su injerencia directa en procesos electorales podría socavar la autonomía y pluralidad de la esfera política.
En lugar de dividir, la Iglesia debería enfocarse en unir corazones y en fortalecer la fe de sus fieles, dejando que la democracia siga su curso sin interferencias externas.
Por eso somos los rompenueces.