El PRI a la deriva

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Pos Alejandro Moreno Cárdenas consolidó ayer su dominio absoluto sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tras la 24ª Asamblea Nacional Ordinaria. Más de tres mil 200 delegados de las 32 entidades de la República Mexicana, a mano alzada y en medio de protestas, aprobaron cambios a los estatutos del partido que permiten la reelección del presidente y la Secretaría General de los Comités Ejecutivos, extendiendo potencialmente su mandato hasta 2032.

Y es que este movimiento, aunque avalado por una mayoría, pone en evidencia una desconexión profunda entre la dirigencia y las bases del partido, así como una falta de autocrítica en el análisis de los pésimos resultados electorales recientes.

Resulta y resalta que la reelección de Moreno no es solo una cuestión de liderazgo; es una maniobra que podría empujar al PRI a una caída más profunda en el vacío de las preferencias electorales de los mexicanos. En lugar de abordar las causas de sus derrotas, el PRI parece más interesado en perpetuar el poder de una cúpula que ha demostrado ser incapaz de conectar con el electorado y ofrecer respuestas efectivas a los desafíos actuales.

Esta falta de visión renovadora y el enfoque en el control interno, pues, son síntomas de un partido en crisis, que se niega a escuchar las demandas de cambio provenientes de sus militantes y de la sociedad.

La decisión de Moreno y sus aliados de modificar los estatutos para permitir la reelección no solo es un acto de autoconservación, sino una traición a los principios democráticos que deberían guiar a cualquier organización política. Argumentar que esta medida promueve la profesionalización y la culminación de proyectos es, en el mejor de los casos, una racionalización conveniente y, en el peor, una burla a la inteligencia de los votantes y de los propios priistas.

Pos ahora los militantes del PRI se preguntarán si este es el rumbo que desean para su partido. La falta de resultados electorales positivos debería haber sido una llamada de atención, una oportunidad para la renovación y la reestructuración. Sin embargo, bajo el liderazgo de Alejandro Moreno, el PRI parece estar optando por un camino de autocomplacencia y estancamiento. La perpetuación en el poder de Moreno no resolverá los problemas estructurales del partido, sino que probablemente los agravará, alejando aún más a los votantes que alguna vez confiaron en el tricolor.

La historia reciente del PRI está marcada por una serie de fracasos electorales y un declive en su influencia política. En lugar de enfrentar estos desafíos con nuevas ideas y liderazgos frescos, la dirigencia ha optado por una estrategia de continuidad que promete poco más que más de lo mismo. En este contexto, la reelección de Alejandro Moreno no solo es una mala idea, es una sentencia de muerte para un partido que una vez fue dominante en la política mexicana.

La base del PRI, así como los ciudadanos que alguna vez confiaron en este partido, pues, merecen más. Merecen un liderazgo que esté dispuesto a escuchar, a adaptarse y a luchar por los intereses de la gente. Sin estos cambios fundamentales, el futuro del PRI parece más sombrío que nunca, atrapado en una espiral descendente de irrelevancia y desconfianza.

Por eso somos los rompenueces.

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