Pos el fentanilo se ha convertido en una de las principales amenazas de salud pública en México, y la evidencia no deja lugar a dudas. De acuerdo con el Informe sobre la situación de la salud mental y el consumo de sustancias en México 2024, elaborado por el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones (Conasama), el número de casos que requieren tratamiento médico por consumo de fentanilo se ha disparado alarmantemente. Desde 2019 hasta 2023, se ha observado un incremento de 25 casos a 518, lo que subraya la urgencia de abordar este problema con mayor seriedad y compromiso.
Y es que la mayor parte de los casos de consumo de fentanilo en 2023 se reportaron en Baja California, Sonora, Sinaloa y Chihuahua, estados del norte del país donde esta droga ha encontrado un terreno fértil para expandirse. El incremento sostenido en el consumo de fentanilo en estas regiones es un claro indicio de que las estrategias actuales son insuficientes. Es imperativo incrementar los programas preventivos contra el consumo de esta sustancia y desarrollar políticas públicas más robustas para frenar su avance.
El fentanilo es una droga altamente potente y letal, y su capacidad para producir grandes cantidades de dosis a partir de pequeñas cantidades la convierte en una opción extremadamente lucrativa para la delincuencia organizada. Este factor, combinado con su alta rentabilidad en el mercado negro, ha hecho que el fentanilo ocupe el cuarto lugar en cantidad de kilogramos decomisados entre 2019 y 2023, con 7,689.8 kilogramos asegurados, solo por detrás de la cocaína, la marihuana y la metanfetamina.
Resulta y resalta que la incautación de fentanilo por parte de las autoridades alcanzó niveles récord en 2022, con 2,086 kilogramos decomisados. Sin embargo, estos esfuerzos de incautación, aunque significativos, no son suficientes para detener la marea creciente de adicción y muerte que esta droga está causando. La pérdida económica para la delincuencia organizada por estos decomisos es considerable, pero no lo suficiente para disuadir su producción y distribución. Esto indica que la solución al problema del fentanilo debe ir más allá de la mera incautación.
Para abordar de manera efectiva el problema del fentanilo, es esencial implementar una combinación de estrategias de prevención, tratamiento y represión. En primer lugar, los programas preventivos deben centrarse en la educación y concienciación sobre los peligros del fentanilo, dirigidos especialmente a las comunidades más afectadas. La prevención debe comenzar en las escuelas y extenderse a las comunidades a través de campañas informativas que involucren a padres, maestros y líderes comunitarios.
Además, es crucial aumentar la disponibilidad y accesibilidad de los tratamientos para las personas que ya están luchando contra la adicción al fentanilo. Esto incluye la expansión de los servicios de salud mental y adicciones, así como la capacitación de los profesionales de la salud para manejar los casos de adicción a esta potente droga.
Las políticas públicas deben ser reforzadas para mejorar la coordinación entre las autoridades locales, estatales y federales en la lucha contra el tráfico de fentanilo. La colaboración internacional también es vital, dado que el problema del fentanilo no se limita a las fronteras nacionales.
El fentanilo representa una crisis de salud pública que requiere una respuesta integral y decidida. Incrementar los programas preventivos y desarrollar políticas públicas más efectivas no es solo una opción, es una necesidad urgente para proteger a nuestras comunidades y salvar vidas.