Pos el Partido de la Revolución Democrática (PRD) alguna vez representó una fuerza vibrante de la izquierda en México, una opción política que se alzó en contra de las prácticas autoritarias y neoliberales del PRI y del PAN. Fundado en 1989, el PRD se originó en un contexto de descontento social y una necesidad urgente de cambio, aglutinando a una amplia coalición de líderes progresistas, sindicatos y movimientos sociales que buscaban transformar la política mexicana desde la base. Sin embargo, en los últimos años, el PRD perdió el contacto con su esencia, alejándose de las causas sociales que alguna vez defendió con fervor.
Y es que la decisión del PRD de unirse en una coalición con sus antiguos adversarios, el PRI y el PAN, ha sido uno de los pasos más controvertidos en su historia reciente. Esta alianza, vista por muchos como una traición a sus principios fundacionales, ha llevado al partido a un punto de no retorno, alienando a su base tradicional y diluyendo su identidad política. Esta movida estratégica, justificable en términos de supervivencia electoral, ha sido un golpe devastador para la credibilidad del partido como una opción genuina de izquierda.
La coalición con el PRI y el PAN, partidos que históricamente han representado intereses conservadores y neoliberales, ha generado un desconcierto profundo entre los simpatizantes del PRD. Este pacto ha hecho que el partido se distancie de las luchas sociales que alguna vez abanderó, como los derechos laborales, la defensa de los recursos naturales y la lucha por la equidad. En su intento de mantenerse relevante en el panorama político nacional, el PRD ha sacrificado su alma ideológica, perdiendo el rumbo y, lo más trágico, a su base electoral.
Resulta y resalta que el declive del PRD no es solo un reflejo de malas decisiones estratégicas, sino también del surgimiento de Morena, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador, quien fuera uno de los líderes más prominentes del PRD. López Obrador capitalizó el descontento popular y la desilusión con el PRD, atrayendo a la mayor parte de su base y consolidando a Morena como la nueva fuerza de la izquierda en México. Mientras Morena crecía, el PRD se desmoronaba, incapaz de redefinir su identidad o de reconectar con el electorado que una vez lo apoyó.
El desenlace de las elecciones más recientes, en las cuales el PRD apenas logró obtener el 1.8% de la votación presidencial, es el testimonio final de su declive. La pérdida de su registro como partido político nacional parece ser inminente, un triste fin para un partido que alguna vez representó la esperanza de cambio para millones de mexicanos. La impugnación de los resultados electorales por parte del PRD, buscando desesperadamente anular casillas o recuentos que le permitieran alcanzar el umbral del 3%, refleja la desesperación de un partido que se encuentra al borde de la extinción.
La desaparición del PRD no solo marca el fin de una era en la política mexicana, sino también la caída de un proyecto que alguna vez prometió transformar al país desde la izquierda. En su intento de sobrevivir, el PRD se ha alejado de las causas sociales que le dieron vida, convirtiéndose en una sombra de lo que alguna vez fue. La historia recordará al PRD como un partido que, al perder su identidad y su conexión con las luchas sociales, también perdió su razón de ser.
Nos vemos en este su espacio favorito, el próximo lunes.