El PRI y la farsa de la reelección de Alejandro Moreno

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Pos la reelección de ayer de Alejandro Moreno Cárdenas como dirigente nacional del PRI marca un capítulo sombrío en la historia de un partido que alguna vez fue un pilar del sistema político mexicano. Lo que en su momento fue la maquinaria política más poderosa del país, ahora se encuentra en un estado de crisis profunda, evidenciada por una elección interna que muchos consideran una farsa, un «atraco» que selló la suerte de un partido cada vez más irrelevante en el panorama político nacional.

Y es que la narrativa oficial presentada por Moreno Cárdenas tras su reelección contrasta drásticamente con las acusaciones lanzadas por destacados miembros del PRI, como Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa Reza. Según ellos, la reelección de Moreno fue un proceso plagado de ilegalidades, desde la reforma estatutaria que lo permitió, hasta la Asamblea Nacional cerrada y sin debate donde se consumó su reelección. Es evidente que Moreno ha optado por mantener el control del partido a cualquier costo, incluso si eso significa ignorar las reglas democráticas y alienar a la militancia.

Resulta y resalta que el contexto de esta reelección es crucial. Bajo el liderazgo de Moreno, el PRI ha sufrido una serie de derrotas electorales devastadoras, lo que ha llevado al partido a su peor momento en términos de representación en el Congreso. De ser la tercera fuerza política, el PRI ahora podría descender a la quinta posición, superado incluso por partidos emergentes como MC y el Verde. Este declive no es solo un reflejo del desgaste natural de un partido que ha gobernado durante décadas, sino también de una dirigencia que ha sido incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos y que ha priorizado la perpetuación en el poder sobre la renovación y la autocrítica.

La reelección de Moreno también pone en entredicho la credibilidad de las instituciones que deberían garantizar la legalidad del proceso. La actuación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que permitió que esta reelección se llevara a cabo a pesar de las impugnaciones presentadas, es un claro ejemplo de cómo la justicia electoral puede ser manipulada para favorecer intereses particulares. La falta de una fecha límite para resolver las impugnaciones, como propuso la magistrada presidenta Mónica Soto, permitió que el proceso ilegal avanzara sin obstáculos.

En última instancia, lo que estamos presenciando es la agonía de un partido que alguna vez fue sinónimo de poder en México. La reelección de Moreno no es más que la última estocada a un PRI que, lejos de renovarse, sigue atrapado en las viejas prácticas que lo llevaron a su decadencia. Con cada elección interna fraudulenta, con cada pacto en lo oscurito, el PRI se aleja más de la ciudadanía y se hunde en la irrelevancia. La pregunta que queda es cuánto tiempo más podrá sobrevivir un partido que ha perdido no solo el poder, sino también el alma.

Por eso somos los rompenueces.

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