Pos hace apenas una década, pensar que la izquierda mexicana pudiera tener una presencia significativa en el Congreso o en el Senado era, para muchos, un sueño lejano. La realidad política del país estaba dominada por fuerzas que durante años habían acaparado el poder, relegando a Morena y sus antecesores a un papel marginal en la toma de decisiones. Sin embargo, la historia ha dado un giro inesperado y contundente. Hoy, la izquierda, representada por Morena y sus aliados, no solo tiene una voz en el Congreso y el Senado, sino que se ha consolidado como la fuerza dominante que puede transformar radicalmente el rumbo de México.
El día de ayer se instaló la 66 legislatura del Senado, y el panorama es claro: Morena, junto con sus aliados, ocupa casi dos terceras partes del salón de sesiones. La oposición, por su parte, se encuentra diezmada y teme lo que esta nueva configuración política significa. La posibilidad de que Morena alcance la mayoría calificada para aprobar la reforma judicial y otras iniciativas del plan C del presidente Andrés Manuel López Obrador es una realidad que cada vez parece más cercana.
Este nuevo escenario no es producto de la casualidad, sino de una estrategia política que ha sabido capitalizar el descontento social y ofrecer una alternativa a los ciudadanos. La inclusión de personalidades controvertidas, como los dirigentes del PRI y el PAN, Alejandro Moreno Cárdenas y Marko Cortés, junto con figuras emergentes que pronto integrarán el gabinete de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, demuestra que la izquierda ha aprendido a jugar en el tablero político con inteligencia y astucia.
La elección de Gerardo Fernández Noroña como presidente de la mesa directiva del Senado, con 127 votos a favor y solo uno en contra, es una señal inequívoca del poder que Morena ha acumulado. Adán Augusto López Hernández, coordinador de Morena, ha logrado una integración plural de la mesa directiva, con figuras de diferentes partidos, lo que asegura una gobernabilidad en la Cámara Alta que antes era impensable.
La izquierda mexicana, que alguna vez fue considerada un actor secundario en el panorama político, ahora tiene en sus manos la oportunidad histórica de transformar a México desde sus cimientos. La responsabilidad que conlleva este poder es inmensa, y la ciudadanía estará atenta a cada paso que den. Morena tiene ahora la capacidad de cambiar el rumbo del país, y la pregunta que todos nos hacemos es: ¿Lo hará para bien?
En este nuevo capítulo de la política mexicana, la izquierda ha dejado de ser un mero espectador para convertirse en el protagonista principal. El destino de México está, ahora más que nunca, en manos de aquellos que alguna vez no tenían nada y que hoy lo tienen todo.