Pos es un nuevo capítulo de la lucha entre quienes desean un México transformado y quienes se aferran al viejo orden, hemos sido testigos de cómo los conservadores buscan frenar el cambio, esta vez, bloqueando los accesos al Congreso de la Unión. El bloqueo de hoy por parte de los trabajadores del Poder Judicial, impidiendo la sesión para discutir la reforma judicial, es un claro ejemplo de la resistencia que enfrenta la Cuarta Transformación en su intento por democratizar y limpiar las estructuras del poder.
Y es que este episodio nos recuerda, una vez más, que los intentos por frenar el cambio no cesan, y que los intereses arraigados están dispuestos a cualquier cosa para mantener sus privilegios. Sin embargo, lo que estos sectores conservadores parecen no entender es que la fuerza no es necesaria cuando se tiene la razón y la ley de lado. El coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, lo dejó claro: la reforma judicial va, con o sin bloqueo.
El Poder Judicial, uno de los pilares de la democracia, debería ser también uno de los más transparentes y accesibles al escrutinio público. Sin embargo, en México, este poder se ha convertido en una fortaleza inexpugnable, llena de privilegios y alejada de la realidad que viven millones de mexicanos. No es casualidad que, al sentir amenazados estos privilegios, sus trabajadores se levanten en protesta, bloqueen accesos y se erijan como los defensores de un statu quo que cada día tiene menos sentido.
El bloqueo de los accesos al Congreso es un acto desesperado, una táctica que intenta frenar el inevitable avance de una reforma que busca democratizar y hacer más eficiente un sistema judicial que, durante décadas, ha funcionado más para proteger los intereses de los poderosos que para garantizar justicia a los ciudadanos. Pero, como bien señaló Monreal, la reforma no necesita del recinto de San Lázaro para ser discutida y aprobada. La transformación de México no se detiene con vallas humanas ni con autos atravesados en las calles. Si es necesario, el debate se llevará a cabo en una sede alterna, como ya se ha hecho en el pasado.
Resulta y resalta que la reforma judicial es uno de los puntos más sensibles y necesarios de la agenda de la Cuarta Transformación. México necesita un sistema de justicia que sea accesible, eficiente y que no esté al servicio de unos cuantos. Por años, el Poder Judicial ha sido señalado por su corrupción, por su falta de transparencia y por su incapacidad para impartir justicia de manera equitativa. Los conservadores lo saben, y por eso se aferran con uñas y dientes a un sistema que, aunque obsoleto y disfuncional, aún les beneficia.
Esta reforma no busca otra cosa más que democratizar el acceso a la justicia, hacerla más expedita y eficiente, y sobre todo, eliminar los privilegios que mantienen a un sector del Poder Judicial por encima del bien común. Es una reforma que, como todas las grandes reformas, enfrenta la resistencia de quienes temen perder sus prerrogativas, pero que cuenta con el respaldo de un pueblo que ya no está dispuesto a seguir soportando la corrupción y la impunidad.
Ricardo Monreal lo dijo claramente: no necesitamos la fuerza para aprobar esta reforma. La ley y la razón están de nuestro lado, y eso es suficiente. La transformación de México no se detiene por bloqueos ni por protestas de quienes quieren seguir viviendo en el México del pasado. Esta es una lucha por el futuro, una lucha que no se ganará con confrontaciones físicas, sino con argumentos, con debate, con la participación activa de la ciudadanía y con la firme convicción de que un mejor México es posible.
El hecho de que los conservadores recurran a tácticas tan desesperadas como el bloqueo del Congreso es una muestra de su debilidad. Saben que están perdiendo terreno, que la mayoría de los mexicanos ya no creen en sus mentiras ni en sus promesas vacías. Saben que el país está cambiando, y que ellos se están quedando atrás. Por eso intentan frenar el avance de la reforma judicial, porque entienden que, con ella, pierden uno de sus últimos bastiones de poder.
La reforma judicial es un tema de enorme relevancia, no solo para el presente, sino para el futuro de México. Es un tema que, aunque molesto para algunos, es necesario para garantizar que la justicia sea accesible para todos y no solo para unos cuantos. Y aunque los conservadores intenten frenarla, el debate no se detendrá. Si no se puede en San Lázaro, se hará en otro lugar. La historia nos ha enseñado que las grandes transformaciones no se detienen ante la resistencia de unos pocos
Este es un recordatorio de que el poder judicial, como cualquier otra institución, debe estar al servicio del pueblo y no al revés. Es un recordatorio de que los tiempos han cambiado, y que el viejo México, el de los privilegios y la corrupción, ya no tiene cabida en el nuevo México que estamos construyendo. Los conservadores pueden bloquear las calles, pero no pueden bloquear el cambio. La reforma judicial va, porque es lo que México necesita, y porque es lo que el pueblo exige.