Pos la política, como la vida, está llena de victorias y derrotas, pero en el caso de Marko Cortés Mendoza, la balanza parece inclinarse sistemáticamente hacia el fracaso. Desde que asumió la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN), el político michoacano no ha hecho más que hundir al partido en una espiral de desmoronamiento que parece no tener fin. Bajo su mando, el PAN ha sufrido una serie de derrotas electorales, divisiones internas y la pérdida de poder político que lo han llevado a una situación crítica. Cortés, en lugar de ser el líder que revitalizaría al partido y lo guiaría hacia la victoria, se ha convertido en un símbolo de derrota.
La reciente votación sobre la Reforma Judicial es solo un episodio más en la larga lista de fracasos que han marcado su dirigencia. Antes de la votación, Marko Cortés hizo alarde de su control sobre los senadores del PAN, asegurando que ninguno de ellos votaría a favor de los cambios impulsados por Morena. Incluso, en un acto de confianza y hasta prepotencia, hizo que cada senador y senadora del PAN se comprometieran públicamente a votar en contra del dictamen. Sin embargo, esa aparente unidad se desmoronó en cuestión de horas cuando Miguel Ángel Yunes Márquez, senador panista, traicionó a la dirigencia y dio el voto que Morena y sus aliados necesitaban para aprobar la reforma. Este acto, más allá de ser una traición personal, es un reflejo de la descomposición interna que ha sufrido el PAN bajo el liderazgo de Cortés.
La traición de Yunes no es un hecho aislado. Es la culminación de un proceso de decadencia que ha caracterizado a la dirigencia de Marko Cortés. Desde que asumió la presidencia del PAN, el partido ha perdido terreno de manera alarmante en prácticamente todos los ámbitos. El PAN, que alguna vez fue una fuerza política que se consolidaba como la principal oposición a los gobiernos del PRI y el PRD, ahora se enfrenta a la irrelevancia política en varios estados del país. Cortés prometió fortalecer al partido, pero en su lugar, ha permitido que el PAN se desmorone poco a poco, perdiendo poder territorial, influencia en el Congreso y, sobre todo, la confianza de su base electoral.
Bajo su mando, el PAN ha sufrido las peores derrotas electorales en su historia reciente. La votación presidencial de 2018 fue un desastre, con Ricardo Anaya obteniendo el peor resultado para un candidato panista en lo que va del siglo. Y no fue un caso aislado: en 2021, el PAN perdió bastiones históricos como Baja California Sur, Chihuahua y Querétaro, cediendo terreno a Morena y otros partidos. La dirigencia de Cortés ha sido incapaz de construir una estrategia coherente para enfrentar al oficialismo, y en lugar de un liderazgo fuerte y unificado, el PAN se ha convertido en un partido fracturado, con facciones internas que luchan por el control mientras el barco se hunde.
Resulta y resalta que uno de los aspectos más irónicos de la dirigencia de Marko Cortés es su constante retórica contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien acusa repetidamente de ser un «dictador». Sin embargo, dentro de su propio partido, muchos señalan que el comportamiento autoritario y poco democrático proviene del mismo Cortés. La sesión en la que Miguel Ángel Yunes Márquez y Miguel Ángel Yunes Linares criticaron abiertamente a Cortés es un claro ejemplo de la insatisfacción que reina dentro del PAN. «No, Marko, no eres dueño del Partido Acción Nacional», le dijo Yunes Linares desde la tribuna, en una frase que resonó no solo dentro del PAN, sino también en la opinión pública.
El autoritarismo de Cortés se ha visto reflejado en su forma de manejar las candidaturas y en su apoyo incondicional a personajes cuestionables como los Yunes, que tienen un historial de corrupción que no se puede ignorar. En lugar de apostar por la renovación y el fortalecimiento del PAN con figuras nuevas y sin manchas en su reputación, Cortés ha decidido respaldar a políticos como los Yunes, lo que ha debilitado aún más la imagen del partido. La falta de transparencia y democracia interna ha sido una constante durante su dirigencia, y esto ha generado una creciente insatisfacción entre los militantes, que ven cómo el partido se aleja cada vez más de sus principios fundacionales.
Con el PAN a las puertas de un proceso interno para renovar su presidencia nacional, la figura de Marko Cortés sigue siendo un obstáculo para la recuperación del partido. A pesar de los constantes llamados a su renuncia, Cortés se aferra al poder, garantizándose un escaño en el Senado por seis años, lo que le permitirá mantener una influencia considerable dentro del partido. Sin embargo, su permanencia como líder del PAN solo profundizará la crisis interna y alejará aún más al partido de la posibilidad de recuperar el terreno perdido.
El futuro del PAN bajo el liderazgo de Cortés es sombrío. A menos que se produzca un cambio radical en la dirigencia, el partido continuará su camino hacia la irrelevancia política. La base panista, que alguna vez fue una de las más leales y comprometidas del país, ahora se encuentra desmoralizada y desarticulada. La falta de un proyecto claro, la ausencia de liderazgo y la incapacidad de enfrentar al oficialismo han convertido al PAN en un cascarón vacío, un partido que ya no representa una verdadera opción de cambio para los mexicanos.