Pos la elección interna de Morena ha marcado un nuevo comienzo para el partido, reafirmando la necesidad de consolidar los valores que lo han llevado a representar las demandas y sueños del pueblo de México. Claudia Sheinbaum, a pocos días de asumir la presidencia del país, ha dejado claro en su mensaje al Congreso Nacional de Morena que la fuerza de nuestro movimiento radica en la integridad, la honestidad, y sobre todo, en la resistencia frente a los embates del poder económico.
Y es que Sheinbaum nos ha recordado que Morena no debe, ni puede, convertirse en un partido de Estado. Esa es una trampa en la que otros movimientos han caído, dejando de lado los principios que los hicieron surgir. En su discurso, insistió en que nuestra fuerza viene de abajo, de los comités de base, del contacto permanente con la gente. No podemos permitir que la burocracia ni los intereses personales debiliten lo que hemos construido.
Por cierto, el alcalde Cruz Pérez Cuéllar fue recibido por la plana mayor de Morena con mucho entusiasmo, a quien ya empiezan a ver como el primer gobernador de Morena en Chihuahua.
Resulta y resalta que el decálogo que ha dejado a la nueva dirigencia de Morena es un manifiesto de principios: no seremos un partido corrompido por el dinero, ni por las ambiciones de poder. Tampoco caeremos en el nepotismo, el amiguismo o el pragmatismo vacío de principios. Morena es un instrumento del pueblo y debe mantenerse así, con la sencillez y el compromiso de quienes saben que el verdadero poder radica en la honestidad y la cercanía con la gente.
En este momento de transición, en el que Morena enfrenta una nueva etapa, es esencial no dejarnos intimidar por los poderes económicos que buscan doblegarnos. Como bien señaló Sheinbaum, jamás nos arrodillaremos ante el poder del dinero, ni ante influencias extranjeras. Esta declaración no es solo un posicionamiento político, sino un recordatorio de nuestra razón de ser: luchar por los derechos del pueblo, proteger sus intereses y garantizar que las transformaciones sigan avanzando.
El reto es enorme, pues. Enfrentamos a una oposición fragmentada pero feroz, que no dudará en recurrir a cualquier táctica para frenar nuestro proyecto de transformación. No obstante, la unidad es nuestra mayor fortaleza. Como advirtió Sheinbaum, no podemos permitir que las divisiones internas, que han destruido a tantos movimientos en el pasado, nos afecten. Todos tenemos algo que aportar a este movimiento y debemos hacerlo con honestidad y convicción.
Ansina que Morena ha sido y debe seguir siendo un ejemplo de transparencia, de lucha contra la corrupción y de compromiso con la justicia social. En este sentido, la dirigencia que ahora asume las riendas del partido tiene la responsabilidad histórica de garantizar que no nos desviemos de nuestro camino. Deben consolidar la organización desde abajo, fortalecer el Instituto de Formación Política, y asegurar que los procesos internos se lleven con transparencia y rigor, para que los candidatos y candidatas sean verdaderamente representantes del pueblo.
Claudia Sheinbaum nos ha dado un mensaje claro: la lucha por la transformación de México continúa, y Morena debe ser el vehículo que haga realidad los sueños y aspiraciones de millones de mexicanos. No será fácil, pero si mantenemos nuestros principios y nos mantenemos unidos, no habrá poder económico ni político que pueda detenernos. La historia nos ha dado una oportunidad única, y depende de nosotros estar a la altura de las circunstancias.
Este es el momento de redoblar esfuerzos, de mirar hacia el futuro con optimismo y de recordar que, al final, lo que importa no es el poder por el poder, sino el bienestar de la gente. Morena está más fuerte que nunca y, como siempre, seguirá siendo el partido del pueblo, el partido de la transformación, el partido de México.
Por eso somos los rompenueces.
