Trump y su cruzada antiinmigrante: ¿Quién pierde más?

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Pos las medidas anunciadas por Donald Trump y su zar fronterizo, Tom Homan, para deportar a millones de inmigrantes indocumentados no solo prometen reconfigurar las dinámicas sociales de Estados Unidos, sino que amenazan con desestabilizar su economía y golpear a sectores clave que sostienen el tejido productivo del país. En este contexto, es vital preguntarse: ¿a quién perjudican realmente estas políticas?

Trump asegura que cumplirá su promesa de deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados desde su primer día en la Casa Blanca, pero las consecuencias económicas de esta decisión no pueden ignorarse. La comunidad mexicana, que representa aproximadamente la mitad de los indocumentados en Estados Unidos, sería la más afectada por esta purga, con implicaciones económicas devastadoras tanto para México como para el país vecino.

Y es que según el American Immigration Council, una deportación masiva podría reducir el PIB de Estados Unidos en hasta 2 billones de dólares. Este desplome económico sería el resultado directo de la pérdida de mano de obra en sectores críticos como la agricultura, la hostelería, la construcción y el cuidado de personas mayores. Imaginemos granjas incapaces de cosechar, restaurantes cerrando en masa y ancianos sin cuidadores. La ausencia de estos trabajadores no solo aumentaría los precios de los alimentos y los servicios, sino que también profundizaría la crisis de empleo en sectores ya deficitarios.

La paradoja de la escasez laboral

Resulta y resalta que la Cámara de Comercio de Estados Unidos y organismos como la Reserva Federal han advertido reiteradamente sobre la necesidad de inmigrantes para cubrir vacantes laborales. Actualmente, hay 8 millones de ofertas de trabajo frente a solo 6.8 millones de trabajadores desempleados en el país. Incluso si cada desempleado encontrara empleo, el déficit laboral seguiría siendo abrumador. Deportar a millones de trabajadores solo agravaría esta escasez, frenando la producción y minando la competitividad de Estados Unidos.

Por otro lado, el impacto fiscal sería catastrófico. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un flujo migratorio positivo ha aportado 1.2 billones de dólares en ingresos fiscales al gobierno federal en la última década. Sin este aporte, el déficit presupuestario podría dispararse, comprometiendo programas esenciales como la Seguridad Social y Medicare, que ya enfrentan una crisis por el envejecimiento de la población estadounidense.

El impacto en México y más allá

Para México, la deportación masiva de sus ciudadanos supondría un golpe en forma de retornados sin recursos, además de una drástica reducción de las remesas que sostienen a millones de familias en el país. Pero la tragedia económica no termina ahí. La interdependencia entre ambas naciones es tan profunda que cualquier sacudida económica en Estados Unidos tendrá un efecto en cascada sobre México, particularmente en el comercio binacional.

El profesor Raúl Hinojosa, de la Universidad de California en Los Ángeles, destaca que los trabajadores extranjeros no autorizados en Estados Unidos aportan 1.28 billones de dólares al PIB y 2.44 billones en producción económica total. La pérdida de esta fuerza laboral desestabilizaría cadenas de suministro y pondría en jaque a empresas de ambos lados de la frontera.

Una política insostenible

El discurso antiinmigrante de Trump parece ignorar estas realidades económicas. Más que un acto de protección nacional, estas políticas se perfilan como una estrategia contraproducente que no solo erosionará el tejido social de Estados Unidos, sino que también socavará su fortaleza económica.

El ejemplo de la Escuela de Frankfurt, obligada a exiliarse en Estados Unidos por el régimen nazi, nos recuerda que las ideas que buscan dividir y excluir terminan por dañar al propio agresor. Deportar a millones de mexicanos no es solo un ataque contra ellos; es una herida autoinfligida al corazón económico de Estados Unidos.

Es hora de que los líderes políticos reconsideren si la retórica nacionalista puede justificarse frente a los costos económicos y humanos que estas políticas conllevan. Trump prometió «hacer a América grande de nuevo», pero sus medidas contra los inmigrantes podrían tener precisamente el efecto contrario. En este juego de suma cero, nadie gana y todos pierden.

Por eso somos los rompenueces.

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