Pos en un contexto internacional cada vez más tenso, en el que las amenazas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la migración y la seguridad continúan tomando relevancia, México se presenta como un país dispuesto a tender la mano, reconociendo el rol crucial de los migrantes mexicanos en la economía de su vecino del norte.
La reciente intervención de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo sobre el papel de la mano de obra mexicana en la reconstrucción de Los Ángeles, devastada por los incendios, no solo refleja una estrategia política pragmática, sino una reafirmación de la relación simbiótica que existe entre ambos países, a pesar de los roces diplomáticos.
Al subrayar que los mexicanos son «los mejores trabajadores de la construcción», Sheinbaum revalida un hecho innegable: los migrantes mexicanos no son solo un componente esencial de la fuerza laboral estadounidense, sino que constituyen la columna vertebral de sectores clave como la construcción, el campo y los servicios.
En su intervención, la presidenta no solo destacó la capacidad de los mexicanos para reconstruir una ciudad como Los Ángeles, sino que también enfatizó la contribución económica que representan, tanto para México como para Estados Unidos. Al fin y al cabo, no es solo la construcción de infraestructuras lo que los migrantes mexicanos hacen posible, sino la edificación misma de las bases económicas de Estados Unidos.
Y es que es importante recordar que, como bien puntualizó Sheinbaum, el 80 por ciento de los ingresos generados por los migrantes mexicanos se queda en la economía estadounidense. Este aporte no es marginal, sino que sustenta diversas industrias y sectores. Desde el 2024, las remesas enviadas por los migrantes alcanzaron la impresionante cifra de 65 mil millones de dólares, una cantidad que, aunque significativa para México, palidece ante el impacto que los mexicanos generan dentro de la economía estadounidense. Además, muchos de estos trabajadores pagan impuestos, cotizan en el sistema de seguridad social y son responsables de sectores estratégicos de la economía, como la agricultura, la construcción y los servicios.
Resulta y resalta que la visión de Sheinbaum también se posiciona como una respuesta directa a las generalizaciones erróneas de los migrantes como «delincuentes». Esta narrativa, a menudo promovida por figuras como Trump, no solo es profundamente injusta, sino que es fundamentalmente incorrecta. Si bien es cierto que cualquier sociedad debe abordar la delincuencia donde se presente, reducir a los migrantes a un estereotipo negativo omite las contribuciones invaluables que hacen a sus comunidades de acogida. Es innegable que los migrantes, en su mayoría, son trabajadores, padres y miembros fundamentales de la sociedad estadounidense.
México, por su parte, tiene un interés legítimo en defender los derechos y la dignidad de sus ciudadanos en el extranjero. Los argumentos de Sheinbaum no son solo una defensa política, sino un recordatorio de la interdependencia que existe entre ambos países. Las negociaciones que se avecinan con la administración de Trump, si bien se perciben como un terreno potencialmente conflictivo, también ofrecen una oportunidad para recalcar el valor de los migrantes y el impacto positivo de sus contribuciones.
En lugar de ceder a las amenazas de endurecer políticas migratorias, México tiene la oportunidad de posicionarse como un defensor de sus ciudadanos en el exterior, exigiendo respeto y reconociendo la enorme deuda que Estados Unidos tiene con aquellos que contribuyen al crecimiento de su economía.
Resulta y resalta que el hecho de que Sheinbaum haya mencionado que la migración de personas originarias de estados como Puebla y Oaxaca es crucial para el funcionamiento de ciudades tan importantes como Nueva York no es trivial. Es un recordatorio de que la migración mexicana no es homogénea; es diversa, con personas que traen consigo una gran riqueza cultural y laboral, y que han sabido integrarse, a pesar de las adversidades, a las comunidades que los acogen. La migración mexicana ha sido, y sigue siendo, un motor fundamental para muchas de las principales ciudades de Estados Unidos, y su impacto sigue siendo un factor que no puede ser ignorado por la política estadounidense.
La postura de Sheinbaum ante la amenaza de Trump de endurecer las políticas migratorias tiene un componente político muy importante: se trata de defender el legado de la migración mexicana y sus beneficios mutuos para ambas naciones. Al decir «no estamos de acuerdo» con la criminalización generalizada de los migrantes, la presidenta envía un mensaje claro y rotundo tanto al pueblo mexicano como a los estadounidenses: la migración debe ser vista como una oportunidad, no como una amenaza.
Sin embargo, la mano de México también está extendida hacia Estados Unidos en otros ámbitos. No solo en el campo migratorio, sino también en el plano económico. México es uno de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos, y en tiempos de incertidumbre política y económica, las relaciones bilaterales son cruciales. La presidenta Sheinbaum, en su intervención, también ha recordado que no solo los migrantes, sino el propio país, está dispuesto a seguir contribuyendo al bienestar de su vecino del norte. México tiene mucho que ofrecer, y aunque las tensiones con la administración Trump puedan ser complejas, no hay duda de que el papel de México como socio comercial y socio laboral es fundamental para los intereses estadounidenses.
El gobierno mexicano no solo se enfrenta a un desafío migratorio, sino a un desafío diplomático. En este contexto, las palabras de Sheinbaum son más que un acto de política interna; son una manifestación de un México que, a pesar de las tensiones y las amenazas, sigue tendiendo la mano a un pueblo estadounidense que depende, en gran parte, de la contribución de los mexicanos para mantener su crecimiento económico. Las políticas migratorias, si bien un tema delicado, no deben nublar la visión más amplia de la relación entre ambos países. Al contrario, deben servir como recordatorio de que la prosperidad mutua no solo es posible, sino necesaria.
En las próximas semanas, cuando Trump asuma la presidencia, se abrirá una nueva etapa en la diplomacia entre México y Estados Unidos. Pero, a pesar de las amenazas que pueda traer consigo la administración Trump, el mensaje es claro: México tiene mucho que ofrecer, y la migración mexicana sigue siendo una de las mayores fortalezas para los dos países.