Pos en un contexto internacional lleno de tensiones, donde los ataques de Donald Trump contra México buscan revivir estigmas y socavar los logros nacionales, surge una noticia que ilumina con fuerza el panorama interno: los homicidios en el país han registrado su nivel más bajo en un primer semestre desde 2018. Este dato, proporcionado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), no solo refleja un avance concreto en la lucha contra la violencia, sino también representa un indicador esperanzador de que algo positivo está ocurriendo en la sociedad mexicana.
Según las cifras preliminares de la Estadística de Defunciones Registradas (EDR), durante el periodo enero-junio de 2024 se registraron 15 mil 243 homicidios en todo el país, un descenso que marca la cuarta reducción consecutiva en este rubro. La tasa nacional se ubicó en 11.7 homicidios por cada 100 mil habitantes, una mejora notable frente a los registros históricos que, en 2020, alcanzaron cifras alarmantes con 18 mil 57 homicidios en el primer semestre. Este cambio no es fortuito; obedece a políticas públicas enfocadas en atacar las causas estructurales de la violencia, como la pobreza, el desempleo y la exclusión social.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como recordamos, impulsó un modelo basado en programas sociales dirigidos a las comunidades más vulnerables, con el objetivo de generar oportunidades económicas y reducir las condiciones que propician la delincuencia. Aunque estos esfuerzos fueron objeto de críticas por parte de sectores opositores que desestiman su eficacia, los datos recientes parecen darles la razón. La disminución de los homicidios también puede interpretarse como un indicador indirecto del fortalecimiento de ciertas instituciones y de una mayor cooperación ciudadana en materia de seguridad.
Resulta y resalta que es importante subrayar que la mayoría de los homicidios, un 73%, se perpetraron con armas de fuego, seguido por objetos punzocortantes con un 9.1%. Esto evidencia la necesidad de seguir reforzando estrategias contra el tráfico ilegal de armas provenientes del extranjero, en particular de Estados Unidos. Sin embargo, los avances en la reducción de estos eventos letales no deben ser subestimados, ya que reflejan un cambio en las tendencias de violencia que parecían inamovibles hace apenas unos años.
Por género, las estadísticas también ofrecen una radiografía preocupante pero reveladora: mientras que la tasa de homicidios en hombres fue de 21.2 por cada 100 mil habitantes, en mujeres se situó en 2.6. Si bien ambos indicadores muestran descensos en comparación con 2023, es evidente que la violencia de género sigue siendo un problema persistente que requiere atención prioritaria y soluciones integrales.
Estos logros, aunque parciales, deberían motivar a una reflexión nacional sobre cómo continuar consolidando los avances en materia de seguridad. Resulta crucial no perder de vista que los cambios estructurales demandan tiempo, pero también constancia y un enfoque multisectorial que abarque desde la educación hasta la inclusión social. Asimismo, no puede soslayarse la importancia de generar un entorno de unidad nacional frente a los embates externos y las narrativas que intentan minimizar los logros alcanzados.
Y es que el descenso en los homicidios no es solo una cifra estadística; es una declaración de que los esfuerzos conjuntos entre autoridades, sociedad civil y sectores productivos pueden rendir frutos. En medio de las dificultades, hay señales de que el país avanza, y es tarea de todos garantizar que esta tendencia continúe y se profundice.
Que este dato alentador sirva como un recordatorio de que el cambio es posible, incluso en las condiciones más adversas. A pesar de los ataques de Trump y las sombras que algunos buscan proyectar sobre el presente de México, la realidad demuestra que hay razones para creer en el futuro. Lo que hoy se percibe como una mejora tangible podría ser el preludio de un país más justo, más seguro y más próspero para todos.
Por eso somos los rompenueces.