Pos Donald Trump parece haber cruzado el umbral de la locura. En las últimas horas, ha lanzado amenazas indiscriminadas contra distintos países, como si el mundo fuera su tablero de ajedrez personal y él el único jugador. Panamá, México y otras naciones han sido blanco de su retórica agresiva, pero en este escenario volátil, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha logrado frenar temporalmente la imposición de aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas, con una simple llamada de 45 minutos.
El republicano, quien ha construido su imagen política sobre la base del miedo y el chantaje económico, había anunciado una nueva embestida contra México, exigiendo medidas inmediatas para frenar el tráfico de drogas hacia su país.
Pero en su narrativa, convenientemente olvida que el flujo de armas de alto poder que entra ilegalmente a México desde Estados Unidos alimenta la violencia del crimen organizado. Sheinbaum, con un temple de estadista, puso sobre la mesa esta realidad incómoda y consiguió que Washington aceptara revisar este tráfico letal.
Resulta y resalta que la pausa de los aranceles por un mes no es una concesión menor. Trump es un personaje que se alimenta de la confrontación y rara vez da su brazo a torcer sin obtener algo a cambio. Sin embargo, Sheinbaum logró lo que pocos han conseguido: obligarlo a sentarse y negociar sin ceder ante sus chantajes. La presidenta mexicana expuso la gravedad del problema: «Le expliqué la cantidad de armas de alto poder que entran desde EU a México y cómo estas terminan en manos del crimen organizado. Le pedimos que ayude a evitar ese tráfico». Un argumento sólido y contundente que dejó sin respuestas al magnate estadounidense.
Pero este episodio es solo una muestra más del peligro que representa Trump para la estabilidad global. Su retórica ha escalado a niveles de irracionalidad preocupantes, amenazando con represalias comerciales, militares y diplomáticas sin medir las consecuencias.
Y es que México no solo enfrenta a un líder errático, sino a alguien que parece haber enfermado de poder y cuyo desvarío se traduce en decisiones cada vez más impredecibles. Un loco con poder es un peligro; un loco con poder y la posibilidad de regresar a la Casa Blanca es una amenaza existencial.
Mientras tanto, Sheinbaum ha dado una muestra de liderazgo y firmeza. No se amedrentó ante el chantaje y consiguió una tregua que permitirá a México ganar tiempo y consolidar acuerdos más justos en materia de comercio, migración y seguridad. La presidenta ha demostrado que la diplomacia y la estrategia pueden más que la bravata y el berrinche.
El peligro, sin embargo, no ha pasado. Trump es una bomba de tiempo y su volatilidad obliga a México a mantenerse en guardia. La pausa arancelaria es solo una victoria parcial en una batalla que, sin duda, continuará mientras el republicano siga creyéndose el emperador del mundo. Pero si algo ha quedado claro en este episodio, es que México tiene una presidenta que no se doblega y que sabe jugar el ajedrez político con inteligencia y determinación. Y eso, en tiempos de locura, es un alivio.
Por eso somos los rompenueces.