Pos, ¿cómo ven? El mensaje del gobierno mexicano ha sido claro y contundente: la soberanía nacional no está en juego. Frente a los recientes amagos de Donald Trump, quien ha sugerido enviar fuerzas especiales a México con el pretexto de “combatir” a los cárteles, la respuesta de la administración de Claudia Sheinbaum ha sido firme, ante lo que ha reiterado que México no tolerará ningún tipo de abuso ni intervención extranjera en su territorio.
El escenario en el que esta postura fue ratificada no pudo ser más simbólico. Ayer, en el Castillo de Chapultepec, durante la ceremonia del 112 aniversario de la Marcha de la Lealtad, la presidenta Sheinbaum, acompañada de los altos mandos militares, dejó claro que la defensa de la independencia y la soberanía no es una simple declaración política, sino un compromiso histórico y una misión fundamental de las fuerzas armadas.
Y es que el secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo, fue contundente: «Nuestra soberanía no es negociable y las fuerzas armadas tienen, aun con recursos modestos, el temple y la certeza para encarar cualquier amenaza que atente contra el país.»
Estas palabras resuenan en un contexto donde la beligerancia de Trump amenaza con tensar aún más la relación bilateral. El exmandatario estadounidense, en su intento de regresar a la Casa Blanca, ha vuelto a agitar la retórica del miedo y la criminalización de México, proponiendo operaciones militares unilaterales que serían un atentado a la soberanía de nuestra nación.
Resulta y rsalta que Sheinbaum, en un acto sin precedentes, encabezó por primera vez como presidenta la conmemoración de la Marcha de la Lealtad, un episodio histórico en el que los cadetes del Heroico Colegio Militar escoltaron al presidente Francisco I. Madero en 1913 en plena crisis política. La evocación de este evento no es casualidad. Hoy, como entonces, la lealtad de las fuerzas armadas está con la nación y con el pueblo.
En su discurso, el general Trevilla Trejo no sólo reafirmó el papel del Ejército en la defensa de la soberanía, sino que hizo un llamado a la unidad de civiles y militares. «La historia nos ha enseñado que la lealtad hacia la nación no sólo atañe a los militares, sino que está arraigada en cada mexicana y mexicano.»
Este llamado no es menor. En tiempos donde la presión externa podría buscar dividir a los mexicanos, el mensaje del gobierno es claro: unidad, confianza y firmeza. México no aceptará imposiciones de ninguna potencia extranjera y, ante cualquier intento de vulnerar su soberanía, el país responderá con determinación.
La defensa de la soberanía, además, no sólo se limita al ámbito militar. Sheinbaum ha reiterado que el combate al narcotráfico y la violencia es un esfuerzo compartido, en el que Estados Unidos también debe hacer su parte. Como la propia presidenta señaló en días recientes, «el narcotráfico tiene que ver con la demanda. Hay consumo de una droga y hay quien la provee. No se puede resolver el problema sin atender ambos lados de la ecuación.»
Es evidente que Trump ha convertido a México en su blanco favorito en la campaña presidencial estadounidense. Sus propuestas de mano dura, como el reforzamiento del muro fronterizo y la intervención militar, buscan ganar votos a costa de la dignidad de nuestra nación. Pero México no es un trofeo político ni un peón en la agenda electoral de nadie.
Las palabras de Sheinbaum y los altos mandos del Ejército no son meras declaraciones protocolarias. Son un recordatorio de que la independencia de México no se negocia y de que cualquier intento de vulnerarla encontrará una respuesta contundente.
El mensaje ha sido enviado y no hay lugar para ambigüedades: México no tolerará amenazas ni injerencias extranjeras.
Por eso somos los rompenueces.
