Pos, ¿qué creen? Por años, hablar de homicidios en México ha sido sinónimo de dolor, impunidad y desesperanza. Las cifras crecían cada sexenio como un monstruo indomable que arrasaba regiones completas, dejando a su paso familias rotas y territorios sitiados por el crimen. Pero en los primeros meses del nuevo gobierno, liderado por Claudia Sheinbaum, algo comienza a cambiar. Y no es un simple discurso optimista: los datos oficiales lo respaldan.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad Pública, los homicidios dolosos se han reducido en un 28.1 por ciento entre enero de 2024 y abril de 2025. En los últimos días, el número de asesinatos diarios en el país ha bajado a 58.3 personas, una cifra que, aunque sigue siendo preocupante, representa una mejora tangible frente a los años más crudos de violencia. Esta reducción no es casual ni producto del azar: es el resultado de una política de seguridad más eficiente, más coordinada y, sobre todo, más decidida a no ceder ni un paso ante el crimen organizado.
Marcela Figueroa, titular del Secretariado, dijo que siete entidades concentran más de la mitad de los homicidios del país. Guanajuato, con un 11.8 por ciento del total, encabeza la lista negra, seguido del Estado de México, Sinaloa, Jalisco, Guerrero, Michoacán y Baja California. Estos datos no sólo confirman que la violencia tiene focos geográficos bien definidos, sino que también permiten enfocar las acciones del gobierno con mayor precisión.
Y es que la estrategia de seguridad bajo el mando del secretario Omar García Harfuch ha demostrado ser distinta. A diferencia de sus antecesores, Harfuch no apuesta por la militarización ciega ni por la retórica vacía. Él se ha concentrado en resultados: 18 mil 712 personas detenidas por delitos de alto impacto, el aseguramiento de más de 9 mil 600 armas y dos millones de pastillas de fentanilo fuera de las calles. Esto último es especialmente significativo si consideramos la crisis que el fentanilo ha desatado en países como Estados Unidos.
Además, las detenciones relevantes siguen ocurriendo. Apenas esta semana, en Villa de Corzo, Chiapas, se logró capturar a Brian N., alias “El Cachorro”, presunto jefe de plaza del cártel local, en una acción que también permitió decomisar armas y vehículos. Son golpes certeros que, si se sostienen en el tiempo, pueden comenzar a desarticular la estructura de los grupos criminales.
Por supuesto, los retos persisten. En León, por ejemplo, el asesinato del agente Johnathan N. nos recuerda que quienes enfrentan al crimen día con día arriesgan su vida en cada operativo. Pero incluso en ese caso, hubo resultados: dos personas fueron detenidas. El mensaje es claro: no habrá impunidad.
Resulta y resalta que lo que estamos viendo en estos primeros meses del gobierno de Sheinbaum es un giro necesario en la política de seguridad. No basta con “abrazos, no balazos”, pero tampoco con una guerra sin estrategia. Se necesita inteligencia, coordinación, voluntad política y, sobre todo, firmeza ética para no ceder ante los poderes fácticos que se alimentan de la violencia.
La ciudadanía, que ha sido víctima durante décadas, merece más que buenas intenciones. Merece resultados. Y por primera vez en mucho tiempo, los números comienzan a darle la razón a un nuevo enfoque. Si esta tendencia continúa, si los operativos se multiplican y la justicia se aplica con rigor, podríamos estar al inicio de una nueva etapa en la historia de la seguridad en México.
El cambio, por fin, se empieza a notar.
Por eso somos los rompenueces.
