Alto a la barbarie vial en Juárez

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Pos el trágico accidente que cobró la vida de adolescentes y mujeres en el bulevar Bernardo Norzagaray es solo uno más de una serie de siniestros viales que han teñido de luto a muchas familias en los últimos meses.

En este caso sucedido el pasado lunes, las víctimas iban a recoger los vestidos para la quinceañera de una de las jóvenes, quien ahora se debate entre la vida y la muerte en el Hospital Infantil de Especialidades. La celebración de su XV años, planeada para el próximo sábado 29 de junio, se ha transformado en una dolorosa vigilia por su recuperación.

Alfredo A., hermano de la quinceañera, narró cómo su madre, sus dos hermanas y sus dos primas se dirigían a realizar el pago final de los vestidos cuando un Jeep, huyendo de un choque, provocó un segundo accidente.

El impacto arrojó el automóvil de la familia a los carriles del sentido contrario, donde colisionó de frente contra un tráiler. Alfredo se enteró del accidente por una llamada de su padre, una noticia devastadora que recibió mientras trabajaba.

Desde entonces, Alfredo ha estado afuera del hospital donde su madre y una de sus hermanas permanecen internadas, una de ellas falleciendo poco después de ingresar. A pesar de la tragedia, las pertenencias de su madre y hermanas, incluidos los celulares y el dinero para los vestidos, no les han sido devueltas.

Resulta y resalta que este incidente es un reflejo de una problemática más amplia y alarmante. En los últimos meses, se han registrado más de 15 muertes en accidentes viales que podrían haberse evitado. La mayoría de estos accidentes comparten una constante: la imprudencia al volante. Exceso de velocidad, conductores distraídos y la falta de respeto por las normas de tránsito son factores recurrentes.

Es imperativo que se realicen campañas de concientización dirigidas a los ciudadanos para manejar con precaución. Estas campañas deben enfatizar la importancia de la responsabilidad al volante, no solo para la propia seguridad, sino para la de todos en la vía. Conducir no es solo una habilidad, es un acto de respeto hacia la vida de otros.

Y es que las autoridades también deben redoblar sus esfuerzos en la implementación y supervisión de las leyes de tránsito. Controles más estrictos, sanciones ejemplares y una educación vial continua son pasos esenciales para revertir esta tendencia.

Cada víctima de accidente de tráfico es una historia de vida truncada, sueños y planes que se desvanecen en un instante. El caso de la quinceañera y su familia es un doloroso recordatorio de que cada vez que tomamos el volante, tenemos en nuestras manos la capacidad de preservar o destruir vidas.

Manejemos con precaución y recordemos que cada decisión al volante tiene consecuencias. Solo a través de una cultura de respeto y responsabilidad vial podremos evitar que más familias pasen por la devastación que Alfredo y su familia están sufriendo hoy.

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