Pos, ¿qué creen? La relación entre México y Estados Unidos sigue marcada por altibajos, pero con la inminente confirmación de Ronald Johnson como embajador en nuestro país, la sombra de nuevas presiones se cierne sobre el gobierno mexicano. Más allá de la diplomacia protocolaria, sus recientes declaraciones frente al Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense dejan entrever la postura beligerante que podría adoptar la administración de Donald Trump en caso de retomar la presidencia.
Si bien Johnson afirmó que su prioridad es la cooperación en temas como seguridad y migración, no descartó la posibilidad del uso unilateral de la fuerza militar contra los cárteles en México. Una declaración que, lejos de apaciguar la tensa relación bilateral, aviva las preocupaciones sobre la creciente presión estadounidense. La retórica de Johnson se suma a la narrativa recurrente de varios senadores que insisten en señalar a México como un país peligroso y poco eficiente en el combate a la migración y al tráfico de drogas.
Pero la amenaza no solo se ciñe sobre la seguridad. El aspecto económico está en juego y, en este sentido, la advertencia de Johnson sobre la importancia del cumplimiento de acuerdos comerciales como el T-MEC debe ser tomada con cautela. La administración de Trump, conocida por sus tácticas de presión económica, podría recurrir nuevamente a los aranceles como herramienta de coerción. Con la disputa comercial en torno a la empresa Vulcan Materials Company y los desencuentros en el manejo del agua de los ríos Colorado, Bravo y Tijuana, el escenario es propicio para que en abril se anuncien nuevas medidas que afecten a la economía mexicana.
Resulta y resalta que la historia reciente nos recuerda cómo Trump utilizó la amenaza de aranceles en 2019 para obligar a México a endurecer su política migratoria, lo que derivó en la implementación del programa «Quédate en México» y el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur. Ahora, con un panorama electoral estadounidense cada vez más polarizado, el discurso antiinmigrante y proteccionista podría revivir, y con ello, la imposición de aranceles como medida de presión política.
México, por su parte, ha mostrado avances en el combate al narcotráfico con la reciente extradición de 29 criminales a Estados Unidos y la intensificación de operativos contra cárteles. Sin embargo, esto no parece ser suficiente para ciertos sectores de Washington que buscan endurecer su postura. Johnson reconoció que algunos integrantes del crimen organizado están replegándose, lo que podría interpretarse como un indicio de éxito en la estrategia de seguridad de la administración de Claudia Sheinbaum. Aun así, el mensaje desde el Senado estadounidense es claro: se espera más de México.
Las negociaciones sobre el T-MEC también jugarán un papel clave en la relación bilateral. Johnson enfatizó la importancia de garantizar un trato justo para las empresas y trabajadores estadounidenses, lo que podría traducirse en exigencias adicionales hacia México en materia laboral y ambiental. Además, la posible reubicación de empresas de ensamblaje de microprocesadores desde Asia a México podría convertirse en un nuevo frente de disputa en el que Washington busque imponer condiciones favorables para su industria.
El tiempo apremia, y México debe prepararse para lo que parece una nueva embestida arancelaria en abril. La administración de Sheinbaum necesita una estrategia firme que le permita sortear las presiones sin ceder en aspectos que comprometan la soberanía nacional. La cooperación es clave, pero no debe ser sinónimo de subordinación. En este ajedrez geopolítico, cada movimiento cuenta y ceder demasiado podría traducirse en una mayor vulnerabilidad en futuras negociaciones.
Mientras Johnson se prepara para asumir su rol en la embajada, México debe anticiparse a los posibles escenarios y fortalecer su postura ante Washington. La amenaza sigue latente, y la posibilidad de nuevos aranceles en abril es una realidad que no podemos ignorar. La pregunta es: ¿estamos listos para enfrentarla?