Pos, ¿qué creen? Por más que los números sonrían, no hay que bajar la guardia. Porque aunque las estadísticas se vistan de gala y los informes presuman curvas descendentes, la realidad sigue oliendo a pólvora en muchas calles de este país. Que no se malinterprete: sí, hay avances. Sí, la reducción del promedio diario de homicidios —de 86.9 en septiembre de 2024 a 74.7 en marzo de 2025— es un dato significativo. Son 12 vidas menos segadas cada día. Pero, ¿acaso podemos celebrar cuando aún mueren más de 74 personas diariamente de forma violenta?
Claudia Sheinbaum apenas cumple seis meses en la silla más caliente del país, y el informe del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, presentado por Marcela Figueroa, ofrece luces en el túnel. Se habla de una reducción del 14 por ciento en homicidios. Incluso se compara con el inicio del sexenio anterior: de 100.5 asesinatos diarios en diciembre de 2018 a 75.5 en marzo de este año. Sí, eso es una caída de 24.8 muertes violentas cada día. Pero el país no está para aplaudir porcentajes. Está para exigir justicia, prevención y, sobre todo, soluciones estructurales.
Resulta y resalta que porque si bien se han detenido a más de 17 mil personas y decomisado nueve mil armas, lo cierto es que el crimen organizado se adapta, muta, sobrevive. Es un cáncer que no se combate solo con bisturí, sino entendiendo qué lo alimenta. ¿Por qué sigue habiendo jóvenes que encuentran más futuro en una célula criminal que en una escuela? ¿Por qué hay territorios donde la ley es solo un murmullo lejano, mientras el narco ofrece orden, empleo y hasta justicia expedita?
Guanajuato, por ejemplo, sigue siendo el epicentro del dolor. En solo seis meses, su promedio diario de homicidios pasó de 9.4 a 11.06. El infierno creció. Aunque en las últimas tres semanas se haya registrado una baja del 48 por ciento —gracias al refuerzo federal—, la pregunta incómoda sigue flotando: ¿por qué se tuvo que esperar a una instrucción presidencial para actuar con contundencia? ¿Y qué pasará cuando las fuerzas federales se retiren?
Sí, hay estados que muestran signos de esperanza. Baja California y el Estado de México reportan caídas de 31% y 19% respectivamente en asesinatos. Pero casi la mitad de los homicidios siguen concentrados en solo siete estados: Guanajuato, Baja California, Estado de México, Chihuahua, Sinaloa, Guerrero y Jalisco. ¿Cómo se puede hablar de paz nacional cuando hay regiones completas atrapadas en la lógica de la guerra?
La estrategia de seguridad no puede seguir descansando únicamente en la reacción y el despliegue. Necesitamos prevención. Necesitamos políticas que vayan al tuétano del problema: desigualdad, impunidad, corrupción, falta de oportunidades. Porque mientras el crimen siga siendo una opción viable para miles, las cifras bajarán un mes, pero subirán el siguiente.
Sheinbaum tiene un reto monumental y lo sabe. Su formación técnica le permite leer los datos con rigor, pero debe también escuchar el clamor detrás de las cifras. Porque cada número es una historia, una madre rota, una esquina silenciada. La reducción es un paso. Pero la paz —la verdadera paz— requiere más que eso. Requiere justicia. Requiere memoria. Y, sobre todo, requiere voluntad para ir a las causas, no solo a las consecuencias.
Apenas empieza el sexenio. Y ya hay menos muertos, sí. Pero también sigue habiendo muchos muertos. Demasiados. Así que no, todavía no hay nada que celebrar. Solo mucho por hacer.
Por eso somos los rompenueces.