Pos el reciente conflicto entre el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, y el ex presidente Felipe Calderón no debería sorprender a nadie. Las tensiones internas y los reproches mutuos no son sino el desenlace lógico de una serie de desastrosos resultados electorales y un manejo cuestionable de la dirección del partido bajo la batuta de Cortés. Desde hace tiempo, se veía venir esta fractura en el seno del PAN.
Y es que Cortés ha intentado atribuir la debacle electoral a Calderón, señalando la «peor caída de votación» durante su presidencia. Con gráficos en mano, ha demostrado cómo el PAN pasó de un 43% de votos en 2000 a un escuálido 16% en 2024. Sin embargo, es imposible ignorar que bajo su liderazgo, la situación no ha mejorado, y el PAN sigue perdiendo terreno electoral.
Por su parte, Calderón, o Capitán Borolas, como lo conocen, ha contraatacado, acusando a Cortés y a su equipo de servirse del partido para beneficio personal, asegurando que han priorizado sus propios intereses sobre los del PAN. Este intercambio de acusaciones solo evidencia la falta de cohesión y visión estratégica en la cúpula del partido.
Resulta y resalta que el proceso judicial contra Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Calderón, ha añadido una capa de controversia que Cortés no ha dudado en aprovechar. Sin embargo, estas maniobras distractoras no resuelven los problemas estructurales que aquejan al PAN.
Pos la falta de una narrativa coherente y el distanciamiento de los logros pasados han mermado la capacidad del partido para presentarse como una alternativa viable frente a sus adversarios políticos. Este distanciamiento, señalado por Calderón, ha debilitado la identidad del PAN, convirtiéndolo en un partido que no logra conectar con la ciudadanía ni con su propia historia.
La crisis actual es un reflejo de una dirección errática y de una gestión que no ha sabido capitalizar los éxitos ni aprender de los fracasos. La pugna interna solo acentúa la necesidad de una renovación profunda y de un liderazgo que pueda unir y revitalizar al partido. Mientras tanto, el PAN sigue en un limbo, atrapado entre el pasado y un futuro incierto.
La puritita verdad es que el Partido Acción Nacional (PAN) se encuentra en una encrucijada crítica. Las recientes disputas internas y los desastrosos resultados electorales subrayan la urgente necesidad de una reestructuración profunda.
Es urgente que el PAN introduzca caras nuevas que revitalicen su liderazgo y conecten con la ciudadanía. Sin una renovación genuina, el partido corre el riesgo de desmoronarse. Quizás, la solución más radical y efectiva sería disolver el PAN y formar una nueva fuerza política que abandere los principios democráticos y sociales que alguna vez lo distinguieron. Solo así podrá resurgir como una opción viable y competitiva en el panorama político nacional.
Por eso somos los rompenueces.