Pos el silencio de Estados Unidos respecto a la detención de Ismael “El Mayo” Zambada no deja de generar tensiones y sospechas en México. La captura del histórico líder del cártel de Sinaloa, ocurrida el pasado 25 de julio en el aeropuerto rural Doña Ana, en Texas, parece rodeada de un manto de opacidad que plantea serias preguntas sobre la soberanía mexicana y la relación entre ambos países.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, ha insistido en la necesidad de obtener respuestas claras del gobierno estadounidense. En su reciente encuentro con el presidente Joe Biden, durante la cumbre del G-20, volvió a poner el tema sobre la mesa, recordándole la importancia de que México tenga acceso a toda la información sobre cómo se desarrolló la operación que culminó con la aprehensión de Zambada. Sin embargo, la respuesta de Biden, o más bien la falta de ella, ha sido decepcionante: el mandatario simplemente escuchó.
Este mutismo por parte de Washington no es solo una falta de cortesía diplomática; es un indicio preocupante de cómo las dinámicas de poder entre los dos países pueden derivar en prácticas unilaterales que vulneran los principios de soberanía y respeto mutuo. No se trata de cuestionar que “El Mayo” Zambada debiera ser arrestado. Su historial criminal y su papel central en una de las organizaciones delictivas más poderosas de la historia reciente lo convierten en un objetivo legítimo para la justicia. Pero el problema radica en las condiciones de su detención.
Una operación bajo sospecha
Según reportes, Zambada fue aprehendido junto a Joaquín Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en lo que la Fiscalía General de la República (FGR) de México ha calificado como un “secuestro”. Aterrizaron en Texas procedentes de Sinaloa, y hasta ahora, los detalles sobre cómo se planeó y ejecutó la operación siguen siendo un misterio.
El hecho de que esta captura ocurriera en territorio estadounidense, sin aparente participación o coordinación con las autoridades mexicanas, hace pensar que fue más una operación unilateral de Estados Unidos que una acción conjunta en el marco de la cooperación bilateral. De ser así, estaríamos frente a una grave violación de la soberanía mexicana, algo que no puede ser ignorado bajo el pretexto de que se trató de un narcotraficante.
El doble estándar de Washington
Resulta y resalta que la política exterior estadounidense ha sido históricamente contradictoria. Mientras por un lado impulsa discursos de cooperación y respeto mutuo, por el otro ejecuta acciones que contravienen estos principios. La detención de “El Mayo” Zambada podría ser otro ejemplo más de este doble estándar.
Cabe preguntarse: ¿por qué el gobierno de Estados Unidos, que presume ser el mayor defensor del estado de derecho, se muestra reticente a proporcionar información sobre una operación de tal envergadura? ¿Qué tienen que ocultar?
Y es que el silencio de Biden no solo daña la relación con México, sino que también mina la confianza en la supuesta colaboración para combatir el crimen organizado. Este caso recuerda que la relación bilateral siempre está atravesada por un desequilibrio de poder, donde Estados Unidos actúa como si las normas internacionales fueran opcionales cuando sus intereses están en juego.
¿Cooperación o imposición?
Desde su llegada a la presidencia, Sheinbaum ha sido enfática en exigir respeto para México y en señalar la necesidad de que cualquier acción en territorio mexicano, incluso en el ámbito del combate al narcotráfico, se realice bajo las normas nacionales e internacionales. Sin embargo, la falta de respuestas de Estados Unidos refuerza la percepción de que la cooperación se ha transformado, una vez más, en imposición.
La captura de Zambada, aunque celebrada por algunos sectores, plantea un dilema fundamental: ¿puede considerarse legítima una operación que potencialmente pasó por alto los principios de soberanía y el derecho internacional?
No se trata de justificar la permanencia de un líder criminal como “El Mayo” en libertad. Se trata de exigir que las acciones para detenerlo se realicen de manera transparente, en un marco de respeto a las leyes y a las relaciones bilaterales.
El gobierno mexicano no debe permitir que este episodio quede en el olvido. El silencio de Estados Unidos solo refuerza la necesidad de seguir exigiendo explicaciones. La lucha contra el narcotráfico no puede, bajo ninguna circunstancia, ser utilizada como pretexto para socavar la soberanía de una nación. Si la cooperación es la bandera que ambos países dicen enarbolar, entonces debe haber transparencia, rendición de cuentas y respeto mutuo.
La pregunta que persiste es clara: ¿fue la captura de “El Mayo” Zambada un ejemplo de cooperación internacional o una muestra más del desequilibrio de poder que aún define la relación entre México y Estados Unidos? La respuesta, por ahora, sigue envuelta en el silencio de Washington.
Por eso somos los rompenueces.