Pos el reciente decomiso de más de una tonelada de fentanilo en Sinaloa es mucho más que un golpe al narcotráfico; es un mensaje directo al futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la postura firme de México en la lucha contra las drogas sintéticas.
Este operativo, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, no solo representa el aseguramiento más grande en la historia del país, sino que muestra un compromiso renovado con la seguridad binacional, alejado de la narrativa de “abrazos, no balazos” que alguna vez prevaleció.
Sheinbaum, junto con Omar García Harfuch y fuerzas combinadas del Ejército y Marina, busca demostrar que México tiene la capacidad de enfrentar al crimen organizado con acciones contundentes. Los números no mienten: 20 millones de dosis y un valor aproximado de 8 mil millones de pesos, incautados tras una investigación meticulosa. Esto refleja un enfoque estratégico en Sinaloa, donde la violencia ha incrementado desde la extradición de líderes clave como Ismael «El Mayo» Zambada.
Trump, quien ha criticado constantemente a México, podría interpretar esta acción como un esfuerzo para mantener a raya la amenaza de los aranceles. La administración Sheinbaum parece decidida a que esta narrativa no se repita, mostrando resultados concretos en lugar de retórica.
Y es que la colaboración con fiscalías locales y federales es clave, así como la coordinación con estados afectados, señalando que la seguridad no puede ser un tema aislado.
Sin embargo, el impacto del decomiso también tiene implicaciones domésticas. La violencia ligada al narco sigue siendo un desafío monumental, y los operativos requieren tiempo para reducir significativamente las cifras de homicidios. Sheinbaum no promete resultados inmediatos, pero sí persistencia, lo que refuerza la idea de que el compromiso no será efímero.
Además, estrategias complementarias como el operativo Balam, para combatir el robo a transportistas, muestran una política de seguridad integral. En menos de dos meses, se han recuperado cientos de vehículos y litros de hidrocarburos, mientras la Guardia Nacional despliega tecnología avanzada y refuerzos en zonas críticas.
Resulta y resalta que el mensaje de México es claro: la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad requiere esfuerzo conjunto, inteligencia y voluntad política. Trump y la comunidad internacional deben tomar nota. México ha demostrado que puede actuar con firmeza, pero el camino no será fácil ni rápido. La presencia de soldados en Sinaloa no solo es una medida de presión externa, sino también un compromiso interno para enfrentar a los cárteles y proteger a la sociedad.
Este episodio marca el inicio de un cambio en la narrativa de seguridad de México, que, más allá de las críticas, busca resultados tangibles. Si algo queda claro, es que la estrategia no solo tiene que ver con evitar aranceles, sino con asumir la responsabilidad de transformar el panorama de violencia y narcotráfico en el país. El tiempo dirá si estas acciones lograrán consolidar el mensaje de México como un aliado serio en la lucha internacional contra el crimen.