Pos ayer, en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), México vivió un momento histórico: la entrega de la constancia de mayoría que acredita a Claudia Sheinbaum Pardo como la primera Presidenta electa de la República. No fue solo un acto protocolario, fue un acontecimiento que resonó con la fuerza de la lucha de generaciones de mujeres y que dejó en claro que la política mexicana ha dado un paso irreversible hacia la inclusión y la justicia de género.
El discurso de Sheinbaum no fue una simple reiteración de promesas electorales; fue un manifiesto que destacó la importancia de este logro para todas las mujeres mexicanas, tanto para aquellas que han sido visibles en la lucha por la igualdad como para las millones de mujeres invisibles que, con su esfuerzo diario, han allanado el camino hacia este histórico momento. “El día de hoy, marcado ya en la historia de México, llegamos todas”, afirmó Sheinbaum, en una declaración que sintetiza el sentir de un país que ha roto el techo de cristal.
Y es que este discurso trasciende la mera celebración del triunfo electoral; se erige como uno de los discursos políticos más importantes de los últimos años, al resaltar la profunda conexión entre el avance de las mujeres en la política y la consolidación de un sistema de justicia verdaderamente incluyente. En un contexto donde la reforma al Poder Judicial es un tema candente en el Congreso, Sheinbaum reafirmó su compromiso con una justicia que sea igual para todas y todos los mexicanos, una justicia que no distinga entre ricos y pobres, y que se extienda a todos los ámbitos de la vida social, ambiental, y de género.
Resulta y resalta que la presencia de las y los 11 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), encabezados por la Ministra presidenta Norma Piña Hernández, añadió una capa adicional de significado al evento. Sheinbaum no solo se dirigía a la nación, sino que lo hacía frente a los máximos representantes del Poder Judicial, subrayando la necesidad de respetar la voluntad popular y de seguir construyendo un México de derechos, justicia, y bienestar para todos.
El simbolismo del acto de entrega de la constancia es innegable. Sheinbaum no se asumió como la única protagonista de esta historia, sino como parte de un colectivo de mujeres que han luchado, a menudo en silencio, por ocupar un espacio en los más altos niveles de poder. Su afirmación de que “no lo asumo sólo como un triunfo individual” es un reconocimiento a todas aquellas mujeres que han sido fundamentales en la construcción de un México más justo y equitativo.
El mensaje es claro: este no es solo un triunfo electoral, es un triunfo de la perseverancia y de la capacidad de las mujeres para transformar la política y, por ende, la sociedad. La llegada de Sheinbaum a la Presidencia no es el final de un camino, sino el inicio de una nueva etapa en la que las mujeres no solo participarán en la política, sino que la liderarán y la definirán.
En su discurso, Sheinbaum subrayó su compromiso de gobernar con honestidad y responsabilidad, respetando la independencia de los Poderes y garantizando que el gobierno sea para todos los mexicanos. Esta promesa es especialmente significativa en un contexto en el que la ciudadanía ha mostrado una creciente desconfianza hacia las instituciones y una demanda por una justicia que sea verdaderamente equitativa.
La Cuarta Transformación, como lo señaló Sheinbaum, no es solo un proyecto político, sino una visión de país que busca garantizar derechos y bienestar desde la cuna hasta la tumba. Este enfoque integral de la justicia social es lo que la ciudadanía ha respaldado en las urnas, y ahora corresponde a la Presidenta electa y a su equipo traducir estas aspiraciones en políticas concretas que beneficien a toda la nación.
Podemos decir, pues, que el discurso de Claudia Sheinbaum en la entrega de la constancia de mayoría no solo marcó un hito en la historia política de México, sino que también estableció las bases de lo que podría ser un legado transformador para las mujeres y para el país en su conjunto. Su elección es un recordatorio de que la lucha por la justicia y la igualdad no es un camino solitario, sino un esfuerzo colectivo que ha sido sostenido por generaciones de mujeres.
Este es un momento para celebrar, pero también para reflexionar sobre los desafíos que vienen. La primera mujer Presidenta de México tiene ante sí la oportunidad de no solo consolidar la Cuarta Transformación, sino de profundizarla, asegurando que la justicia y la equidad sean los pilares de un nuevo México. El futuro de la nación está en manos de una mujer que ha prometido gobernar para todos, y con ello, la esperanza de millones de mexicanas y mexicanos de que, finalmente, la justicia sea para todos.
Nos leemos el próximo lunes. Pase usted un buen fin de semana.