Pos, ¿qué creen? México se enfrentará a un desafío mayúsculo en los próximos cuatro años: gobernar con un vecino en la Casa Blanca que, lejos de buscar cooperación, jugará el papel de un extorsionador de cuello blanco. Si Donald Trump regresa al poder, el gobierno de Claudia Sheinbaum deberá sortear un clima de amenazas, desinformación y chantaje económico que buscará doblegar a México con tácticas de presión basadas en mentiras y discursos incendiarios.
Y es que Trump ya ha demostrado cómo opera: utiliza la economía como arma y los aranceles como proyectiles. Durante su primer mandato, las amenazas de imponer impuestos a las importaciones mexicanas sirvieron para obligar al gobierno de López Obrador a endurecer sus políticas migratorias. Ahora, su estrategia sigue el mismo libreto: alardear de que sus políticas han frenado la inversión en México y han repatriado industrias a Estados Unidos, sin pruebas reales que respalden sus afirmaciones.
El caso más reciente es el de Honda, cuyo traslado de producción del Civic Hybrid de Guanajuato a Indiana ha sido presentado por Trump como una victoria personal. No importa que las razones detrás de la decisión sean más complejas y que la empresa nunca haya citado presiones políticas como factor determinante. Para Trump, la verdad es un estorbo cuando la mentira es más efectiva.
México no solo enfrentará este tipo de narrativas, sino una política de chantaje en la que el comercio y la seguridad serán utilizados como moneda de cambio. En su retórica, Trump ha acusado sin pruebas que empresas chinas intentan utilizar a México como plataforma para exportar autos sin aranceles a Estados Unidos. Esta afirmación no solo es falsa, sino que ignora la realidad de la integración económica entre ambos países y el impacto del T-MEC en la relación comercial.
El gobierno de Sheinbaum tendrá que lidiar con esta amenaza sin caer en provocaciones, pero tampoco cediendo en cada embestida. La imposición de aranceles como método de presión no solo afectaría a México, sino a la propia economía estadounidense, que depende en gran medida del comercio con su vecino del sur. Sin embargo, Trump es un político que ha demostrado su desprecio por los análisis económicos serios y su obsesión por proyectar una imagen de fuerza a cualquier costo.
Aun cuando la presidenta Sheinbaum ha sido reconocida por sus acciones contra el narcotráfico y el tráfico de fentanilo, no debe caer en la ilusión de que Trump se mostrará razonable o dispuesto a negociar de buena fe. Su discurso está basado en la confrontación y en la necesidad de generar conflictos que refuercen su base política, por lo que México debe prepararse para un periodo de turbulencia diplomática y económica.
En este contexto, el gobierno mexicano tiene dos opciones: adoptar una postura firme que defienda los intereses nacionales o ceder ante las amenazas para evitar conflictos inmediatos. La experiencia con Trump nos ha enseñado que el apaciguamiento rara vez funciona. Sheinbaum tendrá que encontrar el equilibrio entre la resistencia y la diplomacia, fortaleciendo alianzas con actores dentro de Estados Unidos que entienden la importancia de la relación bilateral y que pueden contrarrestar la retórica trumpista.
Si bien la amenaza de aranceles puede generar incertidumbre, México sigue siendo un socio comercial clave para Estados Unidos. La integración de las cadenas de suministro, la interdependencia económica y la influencia de las empresas que operan en ambos países jugarán un papel crucial en los próximos años. Trump puede lanzar amenazas y crear titulares escandalosos, pero los hechos siguen estando del lado de México.
Los próximos cuatro años serán un desafío para la relación bilateral. México deberá moverse con inteligencia, evitando ser rehén de un discurso basado en la desinformación y el chantaje. Sheinbaum tiene la oportunidad de demostrar que el país no se doblega ante la presión externa y que la relación con Estados Unidos debe basarse en el respeto mutuo y no en las amenazas de un político que ve la verdad como un obstáculo y la extorsión como un método de gobierno.
Por eso somos los rompenueces.
