Pues, ¿qué creen? Por años, las remesas han sido el salvavidas de millones de familias mexicanas y uno de los pilares silenciosos del consumo interno. Pero ese flujo constante de dólares enviados por nuestros compatriotas en el extranjero, especialmente desde Estados Unidos, ha comenzado a flaquear. Y con ello, llega uno de los primeros golpes económicos de gran calado para México en este 2025.
Y es que el Banco de México reveló esta semana una cifra alarmante: en abril llegaron al país 4 mil 761 millones de dólares por concepto de remesas. Esto representa un desplome del 12% respecto al mismo mes del año anterior, cuando se reportaron 5 mil 418 millones. No veíamos una caída así desde septiembre de 2012, cuando el retroceso fue de 20%. La caída de abril no es un hecho aislado, sino el síntoma de un problema más profundo que empieza a abrir grietas en una de nuestras principales fuentes de ingreso.
Los economistas de BBVA y Monex coinciden en que esta contracción es resultado de dos fenómenos que se alimentan mutuamente: la incertidumbre económica en Estados Unidos y el endurecimiento de su política comercial bajo el nuevo mandato de Donald Trump. A esto se suma una propuesta que ya está causando escalofríos entre las comunidades migrantes: un impuesto del 3.5% a los envíos de dinero. Aunque aún está en discusión en el Senado estadounidense, su sola existencia ha generado temor, contención y previsibles caídas futuras.
No es menor recordar que el 97% de las remesas provienen de Estados Unidos. Y cuando ese flujo se tambalea, lo que tiembla no son solo los indicadores macroeconómicos, sino la vida cotidiana de millones de hogares que dependen de esos dólares para subsistir. Según datos oficiales, en el periodo enero-abril, los mexicanos en el extranjero enviaron 19 mil 14 millones de dólares, una reducción de 2.5% frente a los 19 mil 501 millones del mismo lapso del año pasado.
Pero la preocupación no termina ahí, porque en abril, el monto promedio por transacción cayó de 403 a 385 dólares, un descenso del 4.4%. En lo que va del año, esa cifra bajó de 393 a 384 dólares. Menos envíos y montos más bajos. El golpe es doble. Esto significa menos comida en la mesa, menos dinero para escuelas, medicinas, renta y transporte. Y lo más inquietante: una disminución en la capacidad de consumo que sostiene buena parte del dinamismo económico nacional.
La paradoja es brutal, pues mientras el peso mexicano se mantiene relativamente estable frente al dólar —pasó de un promedio de 20.35 en noviembre de 2024 a 20.06 en abril—, los flujos de dinero que sostienen a nuestras comunidades más vulnerables se reducen. En apariencia, la economía macro sigue funcionando; pero en las entrañas del país, la precariedad se profundiza.
Lo que estamos viendo es el inicio de un ciclo que puede volverse estructural si no se toman medidas urgentes. La caída de las remesas anticipa un enfriamiento en el consumo, lo que a su vez afectará la producción, el empleo informal y la recaudación fiscal. A mediano plazo, esta situación amenaza con abrir una nueva etapa de estancamiento económico.
El discurso oficial ha exaltado durante años la fortaleza de las remesas como parte del llamado “milagro de la economía moral”, pero lo cierto es que esa fortaleza siempre ha sido frágil y dependiente de factores externos. Y ahora que esos factores se están erosionando, la fragilidad queda al descubierto.
El gobierno deberá prepararse para este escenario. Las remesas no solo son dinero, son tejido social transnacional, son una forma de corresponsabilidad económica entre quienes se fueron y quienes se quedaron. Si ese vínculo se debilita, no bastará con discursos optimistas. Se necesitará estrategia, sensibilidad social y, sobre todo, previsión.
La tormenta ya comenzó, porque el primer trueno ha sido el desplome de abril. Y lo que viene podría ser aún más incierto.
Por eso somos los rompenueces.