Pos el 15 de septiembre de 2024 quedará marcado como un momento especial en la historia de México. La ceremonia del Grito de Independencia, más allá de su significado histórico, se transformó en un acto emotivo de despedida para el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien salió al balcón del Palacio Nacional por última vez como mandatario. Fue una despedida no sólo de su presidencia, sino de una era marcada por su liderazgo, sus políticas y su constante cercanía con el pueblo.
Desde su llegada al poder, López Obrador siempre ha mantenido una relación especial con la Plaza de la Constitución, el Zócalo, ese espacio que lo ha visto evolucionar como figura política durante los últimos 30 años. La noche del Grito, esa relación se sintió más viva que nunca. En esta última ceremonia como presidente, el Zócalo no sólo estaba lleno de personas; estaba lleno de emociones. Miles de asistentes, bajo la lluvia que bañó la capital horas antes, esperaron pacientemente su aparición, coreando una y otra vez el tradicional: “¡Es un honor estar con Obrador!”.
Y es que a las 11 de la noche, López Obrador salió al balcón acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, para honrar a los héroes de la independencia, pero también para sentir, por última vez, el fervor de una plaza que siempre lo apoyó. Mientras el presidente lanzaba los tradicionales vivas a Miguel Hidalgo, José María Morelos, Leona Vicario y a otros héroes, la multitud lo recibía con aplausos y lágrimas, conscientes de que esta sería la última vez que verían a su presidente en ese balcón.
Un simbolismo palpable impregnaba el aire. La figura del presidente, ya parte esencial de la historia moderna de México, era celebrada con la misma intensidad que los héroes que dieron patria. López Obrador, desde el poder, había dado a sus seguidores un sentido de pertenencia, un sentido de lucha por un país mejor, y esa noche, el agradecimiento fue mutuo.
Entre los carteles que se alzaban, uno en particular capturó la esencia de la noche. “Dijiste que no ibas a robar nada, pero mentiste… te robaste millones de corazones”, decía el cartel de un asistente que, según sus propias palabras, había sido detractor del presidente en el pasado, pero que con el tiempo cambió de opinión. Es un testimonio de cómo López Obrador ha logrado conectar emocionalmente con muchos mexicanos, incluso con aquellos que en un principio no compartían su visión.
El presidente no solo se despidió del Zócalo; también señaló a quien será la próxima ocupante de ese espacio: Claudia Sheinbaum. En un gesto simbólico, durante la ceremonia, López Obrador apuntó con el dedo a Sheinbaum, quien estaba en un balcón cercano, marcando así la continuidad de su proyecto. El coro de la multitud no tardó en cambiar: “¡Presidenta, Presidenta!”, se escuchó mientras la gente también aplaudía a la futura mandataria.
El Zócalo, lleno de amlos de cartón, pejeluches y banderas con la imagen del presidente, vivió una fiesta popular en la que las fronteras entre lo político y lo emocional se diluyeron. Para los seguidores de López Obrador, esa noche fue más que una ceremonia patria; fue una despedida cargada de esperanza y agradecimiento.
Resulta y resalta que tras la ceremonia y el protocolo oficial, que incluyó el tradicional tañer de la campana de Dolores y la entonación del Himno Nacional, López Obrador regresó al balcón para disfrutar del espectáculo de fuegos artificiales junto a su familia y los invitados especiales, entre los que destacaban miembros de su gabinete y figuras políticas cercanas. Mientras las luces iluminaban el cielo de la capital, el presidente se permitió un momento más de conexión con el pueblo que lo acompañó durante su mandato. Alzó las manos en señal de despedida, enviando abrazos simbólicos a los miles de personas que lo vitoreaban desde abajo.
El clímax emocional de la noche llegó con el agradecimiento del presidente. Un mensaje proyectado en las paredes del Palacio Nacional sintetizó lo que muchos sintieron en esa noche especial: “Gracias, México”. Era el cierre de un ciclo, el adiós de un hombre que, con sus aciertos y errores, marcó una época en la vida política del país.
Es importante destacar que López Obrador no solo se despidió de la presidencia, sino de un espacio que ha sido clave en su carrera política. Desde el Zócalo organizó manifestaciones y protestas, desde ahí lideró el movimiento contra el desafuero en 2005 y desde esa misma plaza, en 2018, celebró su victoria en las elecciones presidenciales. El Zócalo siempre fue más que un escenario para él; fue un símbolo de su lucha y su conexión con el pueblo.
En las calles aledañas, mientras tanto, la fiesta continuaba. La Banda MS de Sinaloa fue la encargada de poner la música en esta celebración de independencia. Curiosamente, esta agrupación musical proviene de un estado que no pudo celebrar el Grito debido a la situación de violencia relacionada con el narcotráfico. A pesar de ello, en la capital del país, su música llenó de alegría a los asistentes, en un contraste que refleja las complejidades que vive México.