El patriotismo en México en tiempos de Trump

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Pos, ¿qué creen? El patriotismo en México vive una nueva época de fuerza y reivindicación. No es una casualidad ni un fenómeno espontáneo. Es una respuesta, una reacción necesaria ante los embates que, desde el extranjero, intentan socavar la soberanía nacional con propuestas que huelen a intervencionismo disfrazado de cooperación. La reciente negativa de los altos mandos militares mexicanos a la oferta del secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, para que las fuerzas armadas estadounidenses intervengan en el combate al crimen organizado en nuestro país, es la prueba más reciente de que el nacionalismo en México está más vivo que nunca.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho que los titulares de la Sedena y la Marina, el general Ricardo Treviño y el almirante Raymundo Morales, respectivamente, tienen claro que la soberanía de México no se negocia. Con firmeza y determinación, ambos altos mandos rechazaron la intervención extranjera y reafirmaron la capacidad de las instituciones mexicanas para atender los problemas de seguridad interna sin la necesidad de la injerencia estadounidense.

Este acto de dignidad no se da en el vacío. Es la continuidad de una postura que ha cobrado fuerza en los últimos años, una postura de defensa de la soberanía que se ha visto impulsada, paradójicamente, por los ataques de Donald Trump. La retórica antimexicana del expresidente de Estados Unidos, ahora nuevamente en la Casa Blanca, y sus políticas de endurecimiento migratorio han encendido un fervor patriótico que no se veía desde hace décadas. Las deportaciones masivas, las amenazas de intervención y la constante narrativa de que México es el problema han generado una reacción inversa: un México más unido y con un sentido de identidad fortalecido.

El nuevo muro fronterizo anunciado por la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristi Noem, es otro símbolo de esta confrontación. México se ha posicionado en contra de la construcción de barreras que dividen y ha defendido una estrategia basada en el apoyo social y económico a las regiones de expulsión migratoria. Como lo dijo Sheinbaum, la solución no está en muros ni en militarización, sino en atender las causas de la migración con inversiones y desarrollo.

Pero hay más. Desde el retorno de Trump a la presidencia en enero, más de 24 mil personas han sido deportadas, de las cuales casi 20 mil son mexicanas. Este flujo constante de repatriados representa un reto para el gobierno mexicano, que ahora analiza si mantener, reducir o modificar los centros de atención a migrantes que se instalaron en la frontera. La administración actual tiene claro que, ante la adversidad, México no puede rendirse ni ceder a las presiones externas. La respuesta debe ser clara: dignidad y soberanía primero.

Resulta y resalta que el patriotismo que hoy se respira en México no es de discurso vacío ni de pose electoral. Es la defensa real de los principios que han guiado al país desde su independencia. Es la resistencia ante quienes buscan subordinar nuestra seguridad a decisiones ajenas. Es la reafirmación de que México se gobierna solo, con cooperación, sí, pero sin sometimiento.

Donald Trump, sin quererlo, ha logrado algo que pocas veces se ha visto: ha unificado a los mexicanos en torno a la defensa de su nación. Ante las presiones y amenazas, el país responde con dignidad. Hoy, más que nunca, el patriotismo mexicano es una fortaleza y un escudo inquebrantable.

Por eso somos los rompenueces.

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