Pos el espectro de un nuevo gobierno de Donald Trump en Estados Unidos revive las peores pesadillas de un imperialismo que nunca se ha conformado con las fronteras propias. Bajo la amenaza de deportaciones masivas, el incremento en el tráfico ilegal de armas y una política exterior agresiva que recuerda las tácticas de regímenes autoritarios del siglo pasado, México enfrenta el reto de construir un frente común. Y en esta batalla, la unidad de todos los mexicanos, incluidas las fuerzas políticas de oposición, no es solo importante: es vital.
La reciente reunión de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, con senadores de todas las fuerzas políticas es una muestra de que las diferencias partidistas pueden quedar de lado cuando se trata de defender la soberanía y la dignidad nacional. Rodríguez dejó claro que México no se convertirá en un tercer país seguro ante las posibles deportaciones masivas de migrantes que Trump ha prometido implementar en caso de regresar al poder. Además, hizo un llamado contundente a la unidad para enfrentar un problema que va más allá de la migración: el tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos.
El discurso y las promesas de campaña de Donald Trump son una amenaza no solo para los migrantes mexicanos en Estados Unidos, sino también para la estabilidad de toda la región. Con un tono beligerante y una retórica que recuerda a los peores capítulos de la historia del siglo XX, Trump, como lo era Adolf Hitler, se posiciona como un líder más cercano a los métodos de control autoritario que a los valores democráticos que alguna vez definieron a Estados Unidos.
Y es que sus políticas migratorias no solo representan un ataque directo a los derechos humanos, sino también una estrategia para desestabilizar a México. Las deportaciones masivas y la presión para que nuestro país se convierta en un «tercer país seguro» buscan transferir los costos y las responsabilidades de una crisis humanitaria creada por el propio sistema estadounidense. Pero, como lo afirmó Rosa Icela Rodríguez, México no aceptará ese rol y está preparado para recibir y apoyar a los connacionales que sean repatriados, garantizando sus derechos y oportunidades de desarrollo.
Uno de los puntos más relevantes de la reunión entre la secretaria de Gobernación y los senadores fue el llamado a combatir el tráfico ilegal de armas desde Estados Unidos hacia México. Este fenómeno no solo alimenta la violencia en nuestro país, sino que también fortalece a los grupos delictivos que operan en ambos lados de la frontera.
La cooperación entre las diferentes fuerzas políticas, incluidos el PAN, PRI y Movimiento Ciudadano, en este tema es un paso significativo. Líderes de oposición como Marko Cortés, Alejandro Moreno y Clemente Castañeda coincidieron en la necesidad de formar un frente común para frenar este flujo de armas. Este consenso no solo fortalece la postura de México ante Estados Unidos, sino que también envía un mensaje claro: en temas de seguridad nacional, las divisiones internas no tienen lugar.
El gobierno de México, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, se ha preparado para los escenarios más adversos. Desde la protección consular para los repatriados hasta la implementación de programas que faciliten su reintegración, las acciones previstas buscan garantizar que nadie quede desamparado. Sin embargo, el éxito de estas medidas dependerá en gran parte de la capacidad del país para presentarse como una nación unida frente a las amenazas externas.
La historia nos enseña que los momentos de mayor agresión externa son también los que ponen a prueba nuestra cohesión interna. Durante las invasiones extranjeras del siglo XIX o la expropiación petrolera en 1938, fue la unión de los mexicanos lo que permitió salir adelante. Hoy, enfrentamos un desafío diferente, pero igual de crucial.
La figura de Trump, con su retórica incendiaria y sus políticas de exclusión, es un recordatorio de que el imperialismo nunca descansa. Sus propuestas no solo atacan a los migrantes, sino también a la soberanía y estabilidad de México. En este contexto, la unión de las fuerzas políticas de oposición no debe ser vista como una concesión al gobierno federal, sino como una obligación histórica para defender al país.
Resulta y resalta que es alentador ver que líderes de diferentes partidos políticos reconocen la importancia de trabajar juntos en este momento crítico. Como lo expresó Rosa Icela Rodríguez, este no es un tema de bandos, sino de priorizar el servicio al pueblo de México. La reunión con los senadores no solo dejó un buen sabor de boca, como ella misma señaló, sino que marcó un precedente de colaboración que debe ser replicado en otros temas de interés nacional.
El diálogo con Estados Unidos seguirá siendo clave, pero no puede ser un diálogo desde la subordinación. México debe exigir respeto y cooperación, especialmente en temas como la migración y el comercio. Y para lograrlo, es necesario que las diferencias internas se conviertan en fortalezas y no en obstáculos.
La situación actual exige un frente común que trascienda colores y partidos. México enfrenta agresiones externas de un líder que, con su discurso de odio y políticas excluyentes, parece más un émulo de regímenes autoritarios que un demócrata estadounidense. Pero nuestro país tiene una ventaja que Trump nunca entenderá: la fuerza de su gente y la capacidad de unirse en los momentos más difíciles.
La defensa de nuestra soberanía no es opcional; es un deber que recae en todos los mexicanos. Hoy, como en el pasado, la unión es nuestra mejor arma contra el autoritarismo y el imperialismo. Si algo nos enseña la historia, es que México nunca se rinde. Y esta vez no será la excepción. Nos leemos el lunes en este mesmo espacio.
Por eso somos los rompenueces.