Pos la Cuarta Transformación (4T) ha sido un proyecto político ambicioso, cuyo impacto se ha sentido en todos los rincones del país. Sin embargo, como cualquier obra monumental, su consolidación requiere de un segundo piso, un conjunto de reformas que aseguren la permanencia y profundidad de los cambios emprendidos. Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia, este segundo piso ya tiene una ruta trazada, pero su construcción no será fácil ni estará exenta de obstáculos.
El Congreso de la Unión tiene en sus manos una serie de reformas que son esenciales para consolidar la 4T. Entre ellas destaca la Reforma Judicial, una iniciativa que busca transformar de raíz el sistema de justicia en México, haciéndolo más eficiente, transparente y cercano a la ciudadanía. Pero no es la única. La Reforma Laboral, que propone reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, es otro pilar fundamental en este proceso. Y no podemos olvidar los más de 100 nombramientos pendientes, incluidos magistrados electorales y otros cargos clave, que deberán ser resueltos para que las instituciones funcionen con la eficacia que el país demanda.
A pesar de la importancia de estas reformas, la oposición parece estar atrapada en una inercia de negación. Lejos de proponer alternativas constructivas, ha optado por convocar marchas que, más allá de su escasa convocatoria, evidencian un profundo desconcierto ante la realidad política actual. En varias partes de la ciudad, estos intentos de protesta se han quedado desangelados, reflejando una desconexión con una ciudadanía que, elección tras elección, ha mostrado su respaldo al proyecto de transformación.
Y es que lo que la oposición no parece comprender es que el país ya está en plena transformación. La 4T no es una promesa; es una realidad en construcción que requiere de ajustes y profundizaciones, pero que ha dejado una huella imborrable en la vida pública mexicana. Resistirse a este cambio, aferrándose a un pasado que ya no existe, solo los condena a la irrelevancia política.
Resulta y resalta que el próximo periodo legislativo será clave para el futuro del país. La LXV Legislatura deja un legado de reformas trascendentales que la siguiente deberá retomar y concluir. El paquete de reformas constitucionales propuesto por el Presidente López Obrador en febrero pasado es el corazón de este segundo piso de la transformación. Aunque la Reforma Electoral quedó en suspenso, será replanteada y presentada nuevamente por la Presidenta Sheinbaum, con el respaldo de la bancada de Morena en el Congreso.
El desafío es claro: consolidar el legado de la 4T y blindarlo ante cualquier intento de retroceso. La oposición tiene la oportunidad de sumarse a este esfuerzo, de contribuir con propuestas que enriquezcan el debate y fortalezcan las instituciones. Sin embargo, si persiste en su estrategia de marchas vacías y retórica hueca, se arriesga a quedar fuera del proceso de transformación que ya está en marcha.
La historia no espera. Los nuevos legisladores tendrán en sus manos la responsabilidad de definir el rumbo del país en los próximos años. El segundo piso de la 4T es más que un conjunto de reformas; es la consolidación de un proyecto que ha transformado la forma en que entendemos la política y el gobierno en México. Y aunque la oposición se resista a aceptarlo, el país ya ha cambiado. La transformación está en marcha, y no hay marcha atrás.