Ciudad Juárez. – Los asesinatos de los párrocos jesuitas en la comunidad de Cerocahui volvió evidenciar las estrategias de seguridad, tanto del Gobierno Federal como del Estatal, y a una semana de los hechos, es hora que no detienen al presunto responsable, identificado como ‘’El Chueco”, situación que refrenda que los ‘’malankis’’ conservan la delantera sobre las instancias gubernamentales.
Los hechos llamaron la atención a nivel internacional, como lo demuestra el pronunciamiento hecho por el Papa Francisco, lo que revela el peso que tiene la iglesia católica en una sociedad como la nuestra, y en la que los pueblos originarios de nuestra entidad han encontrado un refugio al atraso histórico en el que se encuentran ante el desinterés de las autoridades por atender de manera estructural los problemas que les afectan, y hoy, al igual que decenas de años atrás, tanto el Estado y hoy la llamada 4T se han concretado en darles cobijas y algunas despensas, sin atender de fondo los obstáculos que les impiden su desarrollo.
“Los abrazos ya no alcanzan para frenar los balazos’’, fue una de las frases del lado de los jesuitas, en clara alusión al dicho del presidente López Obrador de ‘’abrazos no balazos”, y que ha pronunciado en más de una ocasión para justificar su pasividad para enfrenar la delincuencia organizada en el país, en donde la sangre corre por las calles de cualquier ciudad gracias a que los grupos delictivos se han adueñado de la vida de los pobladores.
Al menos en estos hechos, los asesinatos de las sacerdotes jesuitas y de un guía de turistas en Cerocahui, en la sierra tarahumara, Maru Campos y López Obrador tienen responsabilidad, y lo dicho líneas arriba, ambos han quedado en evidencia junto con sus programas de combate a la inseguridad, el primero en el país, y la segunda en Chihuahua.
Los problemas en la sierra de Chihuahua son bastante graves, porque los grupos delictivos no solo se han dedicado al trasiego de droga rumbo a la frontera, sino que hoy la disputa también es por los recursos naturales, como los minerales, el agua y la madera, temas de los que por cierto nadie dice nada, pese a que esta situación ha provocado el éxodo forzado de los pobladores de comunidades enteras como consecuencia del despojo de sus tierras por parte de grupos que actúan ante la total impunidad.
Por las repercusiones internacionales del hecho, a Maru los homicidios de los sacerdotes jesuitas le calentaron el estado, lo que la obligó a buscar ayuda entre algunos ex gobernadores, concretamente con Fernando Baeza Meléndez y con Patricio Martínez, con quienes incluso encabezó una mesa de análisis sobre la problemática, en donde al terminar exhortó a la ciudadanía a involucrarse en los problemas que afectan al estado, como si la sociedad fuera la responsable de su incapacidad para poner orden en Chihuahua.
Maru Campos, carece de los elementos que permitan pensar a los chihuahuenses que el clima de inseguridad se va a reducir, y por el momento se ve rebasada por un problema que se dejó crecer en la entidad y que viene de muchos años atrás, y que hoy ha crecido porque los delincuentes han extendido sus actividades y se disputan los recursos naturales de las tierras que se presume son propiedad de los pueblos originarios, y que repito, de estos temas nadie dice nada.