Pos, ¿qué creen? La historia de América Latina parece condenada a repetirse cada cierto tiempo bajo el mismo libreto: un arrebato político, el canto de sirenas del “cambio radical” y la ilusión de que un iluminado vendrá a barrer con la clase política tradicional. Así fue en Argentina con Javier Milei, el ultraliberal que llegó a la Casa Rosada con motosierra en mano y un discurso incendiario contra todo lo que oliera a Estado, derechos sociales o regulaciones. Hoy, apenas transcurrido un tramo de su gobierno, las cuentas están claras: la extrema derecha ha fracasado.
Y es que los argentinos, en un arranque de desesperación y hartazgo, apostaron por un salto al vacío. Creyeron que el discurso antisistema de Milei podía devolverles la estabilidad perdida y la esperanza en un futuro mejor. Pero lo que obtuvieron fue lo contrario: un presidente acorralado por los mercados, debilitado en el Congreso y obligado a recurrir al peor recurso posible, el del endeudamiento eterno.
El Tesoro de Estados Unidos ya anunció que “hará lo necesario” para sostener la economía argentina. Traducido al lenguaje de las calles: Argentina hipotecará de nuevo su futuro. Un préstamo multimillonario que, aunque se niegue en cifras concretas, terminará atando a generaciones enteras a la camisa de fuerza del dólar. Es la vieja historia: Washington abre la cartera, pero no por altruismo, sino para mantener bajo control a un país que, de otro modo, podría rebelarse contra los designios del mercado internacional.
Resulta y resalta que Milei, en su intento desesperado por calmar los nervios financieros, eliminó impuestos a la exportación de granos con la promesa de atraer divisas. Pan para hoy, hambre para mañana. Esas medidas “shock” sólo agravan la desigualdad y dejan en la intemperie a los trabajadores y a las familias que ya resienten los embates de la inflación y la pérdida de derechos.
Ansina es que el presidente que prometió terminar con los privilegios de la casta política terminó arrodillado frente a los privilegios del capital extranjero. El libertario que juraba independencia frente al mundo ahora corre a Nueva York a rogar auxilio financiero, mientras se reúne con Donald Trump y con el secretario del Tesoro estadounidense. Su supuesto “plan de libertad” se ha convertido en una prisión de deudas.
Pos no se trata sólo de un error de cálculo político; es un error histórico. Argentina vuelve a las garras del endeudamiento externo, del condicionamiento económico y de la tutela extranjera. Y lo más doloroso es que quienes pagarán la factura no serán los grandes exportadores ni los socios financieros de Milei, sino los trabajadores argentinos, que verán recortados sus derechos laborales, sus pensiones y sus servicios básicos para cumplir con los acreedores.
La ultraderecha vendió un sueño de libertad individual, pero en realidad entregó cadenas colectivas. El resultado es un país cada vez más polarizado, con un presidente que pierde legitimidad a pasos agigantados y con una sociedad que empieza a preguntarse si no cometió un error fatal al dejarse arrastrar por la furia del momento.
Argentina merecía una salida distinta, una visión que fortaleciera sus capacidades internas, que defendiera sus derechos sociales y que construyera soberanía. En cambio, hoy se ve atrapada en el mismo callejón de siempre: la deuda eterna. El “milagro libertario” se desmoronó en cuestión de meses, y los argentinos comienzan a entender que las promesas de la extrema derecha no eran más que espejismos peligrosos.
La pregunta ahora es cuánto tiempo tardará la sociedad argentina en reaccionar. Porque la historia demuestra que los pueblos no permanecen de rodillas para siempre. Pero mientras tanto, lo cierto es que el costo de este arrebato político será muy alto y se medirá en años, quizá en décadas, de sacrificios. Y ahí quedará la huella del fracaso de Milei: un país nuevamente endeudado, con derechos mutilados y con una democracia golpeada por la irresponsabilidad de quienes vendieron humo disfrazado de libertad.
Por eso somos los rompenueces.
