Pos la violencia no cesa y quienes deberían ponerle un alto, nomás se la pasan diciéndole al pueblo lo que ya sabe. Que hay enfrentamientos entre las bandas del narco por el control del territorio chihuahuense, como si la gente no se hubiera dado cuenta con tantas ejecuciones.
El último hecho que nos recuerda que las policías estatales y municipales no hacen bien su trabajo, sucedió en la carretera y brechas que conectan Villa Coronado con Valle de Allende. Es una zona donde gobierna el crimen organizado y pos de plano las autoridades solo están de adorno.
En las balaceras que duraron 20 minutos y provocaron terror entre los habitantes del sector, hubo cinco muertos y dos vehículos calcinados. En esos 20 minutos, no fueron vistas ni de lejos y menos de cerca a los efectivos policíacos de todos los niveles de Gobierno.
Horas antes, los malandros se dejaron caer en la comunidad de Santa Anita, en el mero municipio de Guachochi. Se agarraron a balazos durante varios minutos, dejaron a un hombre decapitado y para calentar más la plaza, pues, quemaron un camioneta y rafaguearon una iglesia que ahora luce como queso Gruyere, llena de agujeros, pero en este caso, ocasionados por los cuernos de chivo.
Pos para saber de qué tamaño fue el topón de los sicarios, los policías, que casualmente suelen llegar tarde a estos hechos, encontraron más de 700 casquillos percutidos. Cuando llegaron los elementos de la Agencia Estatal de Investigación, del Ejército Mexicano, Guardia Nacional, Seguridad Pública Estatal y hasta los municipales de Guachochi, se toparon con una de esas escenas de las series de narcos: Una iglesia rafaguerada, dos casas igual, un cuerpo sin cabeza y una camioneta todavía con humo.
La violencia ha rebasado tanto a las corporaciones que ya solo están sirviendo para hacer el conteo diario de las ejecuciones. Según la Fiscalía estatal se embalaron 422 Casquillos Cal. 7.62×39, 19 Cartuchos Cal. 7.62×39, 295 Casquillos Cal. .223, 3 Casquillos Cal. 40 mm, 2 Casquillos Cal. 9 mm y una Granada de Fragmentación.
El problema en esa región lleva años, pero en los últimos meses, pues, las cosas se han puesto de color hormiga. Los primeros avisos de que la situación se volvería todavía más incontrolable, fueron en octubre de 2022, cuando dos grupos del Cártel de Sinaloa se dieron en la torre. En Guachochi la gente ya no sale cuando el sol se mete y los negocios, son cerrados muy temprano. La gente tiene miedo y la autoridad no puede o no quiere hacer nada para regresarles la paz.
La gente en esos poblados ha desarrollado sus propias alarmas contra la delincuencia en grupos de WhastApp, y ya están hasta la coronilla de tanta inseguridad. También en Madera las cosas andan igual, son pocas las personas que se atreven a salir de sus casas y solo lo hacen para lo necesario. Hace dos semanas cancelaron clases en algunas escuelas por las balaceras.
Pos la verdad es que los tres niveles de Gobierno están para llorar, porque de cada cien homicidios solo 2 son terminan tras las rejas. A esto se le debe agregar que los jueces se la pasan soltando a delincuentes y apenas ponen un pie en la cárcel cuando ya tienen el otro en la calle.
En Juárez también la cosa está del nabo, muchos sicarios en las calles y cada vez más muertos y menos arrestados.
Los nombres de quienes le están fallando al pueblo en sus labores preventivas e investigativas, en lo que respecta a Juárez son tres principalmente, primero el jefe de la Poli Municipal, César Omar Muñoz, el jefe de la SSPE, Gilberto Loya, y el mero mero sabor ranchero, el jefe de la Fiscalía General del Estado, César Jáuregui.