Pos, ¿qué creen? El anuncio reciente del presidente Donald Trump sobre la implementación de nuevos aranceles a productos de México y Canadá, programados para entrar en vigor el próximo 4 de marzo, pone de nuevo sobre la mesa una de las tácticas más agresivas de su gobierno: el uso de la amenaza económica como herramienta de negociación.
Con esta decisión, pues, Trump ha dejado claro que no tiene intenciones de ceder en su lucha contra el contrabando de drogas, específicamente el fentanilo, ni en su demanda de mayor control fronterizo por parte de sus vecinos del norte y del sur. Sin embargo, más allá de la retórica bélica y la imagen de «dura negociación», hay serias implicaciones sobre cómo este enfoque afectará no solo a los países involucrados, sino también al propio tejido económico de Estados Unidos.
La declaración de Trump, publicada en su plataforma Truth Social, revela un enfoque disruptivo en las relaciones comerciales internacionales: “No podemos permitir que este flagelo continúe dañando a los Estados Unidos, y por lo tanto, hasta que se detenga, o se limite seriamente, los ARANCELES propuestos programados para entrar en vigor el CUATRO DE MARZO, de hecho, entrarán en vigor, según lo programado”. Esta declaración, repetida con firmeza, no solo busca presionar a México y Canadá, sino también a China, a quien se le impondrá un arancel adicional del 10%.
Resulta y resalta que Trump no es ajeno al uso de la retórica amenazante. A lo largo de su mandato, fue un maestro en la creación de escenarios de «nosotros contra ellos», empleando sanciones económicas como palancas para sus demandas políticas. Sin embargo, esta vez, la situación es distinta. La crisis del fentanilo y el narcotráfico en la frontera son desafíos complejos que requieren un enfoque diplomático más que confrontativo. Los aranceles, lejos de ser una solución, podrían agravar las tensiones y debilitar las economías involucradas.
El mensaje de Trump parece sugerir que los aranceles son una respuesta lógica y justificada a la inacción de México y Canadá frente a la crisis de las drogas. No obstante, esta visión es reduccionista y simplifica un problema que tiene muchas aristas. México, por ejemplo, ha sido un aliado en la lucha contra el tráfico de drogas, y las autoridades mexicanas han implementado políticas más estrictas en los últimos años.
La reunión de la delegación mexicana en Washington, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, subraya precisamente el esfuerzo de México por encontrar una solución conjunta en temas de seguridad y comercio. Sin embargo, la amenaza de aranceles solo alimenta la desconfianza y dificulta el trabajo de diplomacia que se está llevando a cabo.
El argumento de Trump de que «hasta que se detenga, o se limite seriamente, los aranceles entrarán en vigor” también plantea un problema conceptual. ¿Qué significa realmente «detener» el flujo de drogas? El narcotráfico es un fenómeno global, alimentado por complejas redes de crimen organizado que operan a través de múltiples países, y su control no se logra a través de medidas unilaterales, como la imposición de tarifas comerciales. Además, los aranceles generalmente tienen un impacto perjudicial en la economía, tanto de los países a los que se les aplica como de aquellos que los imponen, especialmente cuando los productos gravados son de consumo masivo, como los alimentos o la manufactura.
La amenaza de Trump de aranceles adicionales a China es igualmente un ejemplo de su enfoque agresivo en el comercio internacional. Este tipo de medidas unilaterales y punitivas ha sido parte de la diplomacia económica de su gobierno, pero ha demostrado ser ineficaz a largo plazo. En lugar de fomentar un diálogo constructivo, ha generado un clima de incertidumbre y volatilidad, afectando no solo a las relaciones bilaterales, sino también a la estabilidad económica global.
Por otro lado, los comentarios de Trump, confusos y cambiantes, han sido fuente de incertidumbre incluso dentro de su propia administración. Aunque inicialmente sugirió que podría retrasar los aranceles hasta abril, su reciente declaración sobre el 4 de marzo refleja una falta de coherencia en su estrategia. Las negociaciones con México y Canadá, que incluyen temas de seguridad y comercio bajo el marco del T-MEC, son esenciales para mantener la estabilidad económica en la región. El enfoque de Trump, sin embargo, parece estar más enfocado en la política interna y en la retórica populista, que en buscar soluciones diplomáticas eficaces.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se mostró optimista respecto a que el 4 de marzo pueda anunciarse una «suspensión definitiva» de los aranceles. El trabajo conjunto de las delegaciones mexicanas, encabezadas por figuras clave como el canciller Ebrard, es crucial para evitar un enfrentamiento económico que podría ser devastador para ambas economías. Sin embargo, la lógica de Trump sigue siendo amenazante, como un juego de presión constante que pone en riesgo el futuro de las relaciones bilaterales.
En última instancia, lo que está en juego no son solo los aranceles, sino la calidad de la diplomacia y la manera en que los países se enfrentan a sus desafíos comunes. La retórica agresiva de Trump puede parecer efectiva a corto plazo, pero a largo plazo, solo genera desconfianza y conflictividad. El camino hacia una resolución eficaz pasa por el entendimiento mutuo, el diálogo constructivo y la colaboración en lugar de la amenaza constante de represalias económicas.
El 4 de marzo será, por tanto, una fecha decisiva, no solo para las tarifas comerciales, sino para el futuro de las relaciones entre Estados Unidos, México y Canadá.