Pos el sistema judicial mexicano está a las puertas de una transformación profunda con la incorporación de los llamados jueces sin rostro, una figura ya implementada en otros países para combatir el poder del crimen organizado. Este modelo, que Morena y la presidenta Claudia Sheinbaum impulsan mediante reformas a la Ley de Amparo y al Código Penal, busca garantizar la seguridad de los jueces y preservar su identidad en casos de alto riesgo.
Este avance se alinea con los cambios recientes en el artículo 20 constitucional, que autoriza medidas extraordinarias para proteger a las personas juzgadoras involucradas en procesos contra la delincuencia organizada. La medida responde a una realidad ineludible: el crimen organizado no solo amenaza la vida de los ciudadanos comunes, sino que también intenta cooptar o intimidar a quienes son responsables de impartir justicia.
La violencia y la corrupción son dos de los principales obstáculos del sistema judicial en México. Los casos de intimidación, ataques o asesinatos de jueces han expuesto la vulnerabilidad del Poder Judicial ante los embates del narcotráfico y otros grupos delictivos. Esto no solo mina la confianza pública en la justicia, sino que también perpetúa un ciclo de impunidad.
Resulta y resalta que con el modelo de jueces sin rostro, México adoptará una herramienta efectiva que ha demostrado resultados en países como Colombia, donde esta figura jugó un papel clave en la lucha contra los cárteles de la droga en los años 90. Los jueces trabajan de forma anónima, sus decisiones son firmadas con códigos, y sus audiencias se realizan bajo estrictas medidas de seguridad. Esto permite que ejerzan su labor con mayor libertad, evitando represalias y garantizando que las sentencias no estén influenciadas por el miedo.
El beneficio principal de esta medida radica en la protección de los jueces. Al eliminar el rostro público de quienes administran justicia, se reduce el riesgo de que sean identificados y atacados. Sin embargo, la implementación de esta reforma no está exenta de retos.
Y es que el anonimato judicial debe equilibrarse con los derechos de las partes involucradas en los juicios. Las garantías de un proceso justo y transparente no pueden ser sacrificadas en nombre de la seguridad. La clave estará en regular cuidadosamente esta figura para que sea una herramienta de justicia y no un mecanismo opaco.
Además, la infraestructura judicial necesitará adaptarse. La tecnología será un componente crucial para garantizar que los jueces puedan realizar audiencias virtuales seguras y manejar expedientes digitalmente. También será necesario un protocolo riguroso para mantener la confidencialidad de la información personal de los jueces.
La propuesta de Morena y del gobierno de Sheinbaum es un mensaje contundente al crimen organizado: la justicia no se doblegará. México ha llegado al punto en el que se requieren medidas extraordinarias para combatir una amenaza extraordinaria. Si bien los abrazos y el diálogo son importantes en ciertos contextos, la justicia también necesita de herramientas contundentes para garantizar la paz y la seguridad.
Es alentador que esta reforma esté acompañada de un paquete más amplio de cambios al Poder Judicial, como la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal y la nueva Ley de Carrera Judicial. Estas medidas tienen el potencial de modernizar el sistema judicial desde la raíz, haciéndolo más eficiente, accesible y seguro para todos.
La incorporación de jueces sin rostro no solo es una respuesta a los problemas actuales, sino también una inversión en el futuro de la justicia mexicana. En un país donde el 95% de los delitos quedan impunes, modernizar el sistema judicial es una tarea urgente e ineludible.
Pos con estas reformas, México tiene la oportunidad de posicionarse como un referente en América Latina en términos de innovación judicial. La justicia moderna no solo debe ser efectiva, sino también segura para quienes la imparten. El camino hacia un país más justo y seguro pasa, necesariamente, por decisiones audaces como esta.
Por eso somos los rompenueces.