Pos en el intrincado tejido de la historia mexicana, los guerrilleros como Lucio Cabañas no solo representan capítulos de resistencia, sino que marcaron el sendero hacia la democracia y las luchas sociales que décadas después llevarían a la izquierda al poder. Su vida y trágico final no son episodios aislados, sino parte de un movimiento que buscaba transformar un país anclado en la desigualdad.
Lucio Cabañas nació en un México de profundas brechas sociales. Su paso por la Normal de Ayotzinapa no solo lo formó como maestro, sino también como líder social. En ese espacio, donde la educación y la conciencia política convergían, se consolidó un espíritu de lucha que lo llevaría a fundar la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). Desde las aulas hasta las montañas de Guerrero, Cabañas encarnó una resistencia que, aunque aplastada brutalmente, dejó huellas imborrables.
Víctor Cardona Galindo, cronista de Atoyac, describe cómo la traición y el cerco militar sellaron el destino de Lucio. Obligado a trabajar con grupos vinculados al narcotráfico, como los hermanos Ramos, la lucha revolucionaria de Cabañas fue utilizada como moneda de cambio por intereses oscuros. La captura y ejecución de Lucio, en 1974, fue la culminación de un operativo donde la corrupción y el interés político conspiraron contra su causa.
Sin embargo, su legado no murió en la Sierra de Atoyac. La figura de Lucio Cabañas, al igual que la de Genaro Vázquez, trascendió su tiempo, convirtiéndose en emblema de las luchas por justicia social. A medio siglo de su muerte, el clamor por inscribir sus nombres en letras de oro en el Senado de la República es un recordatorio de su vigencia.
Resulta y resalta que el movimiento guerrillero de Lucio abrió caminos. Las ideas que defendió, como el combate a la explotación y la lucha contra el capitalismo, se reflejan en la agenda de las luchas sociales actuales. Su sacrificio inspiró a generaciones que, en la adversidad, encontraron en su ejemplo la semilla de un México diferente.
La llegada de la izquierda al poder, simbolizada por figuras como Andrés Manuel López Obrador, sería impensable sin la resistencia previa de líderes como Lucio. Si bien sus ideales socialistas no se han concretado, la construcción de un país más justo sigue siendo un objetivo compartido. La lucha de Cabañas no concluyó en su muerte; vive en cada esfuerzo por cerrar las brechas de la desigualdad y construir una nación donde la justicia social sea una realidad.
La historia de Lucio es también un recordatorio de los peligros del olvido. La Normal de Ayotzinapa, de la que emergió, sigue siendo un foco de resistencia y memoria, no solo por su legado, sino por los eventos trágicos que han marcado su historia reciente. Honrar a Lucio Cabañas no es solo un acto de justicia histórica, sino una reafirmación del compromiso con las causas que defendió.
En un país que aún lucha contra la marginación y la pobreza, las palabras de Cardona Galindo resuenan: “Mientras siga habiendo injusticia y explotación, las ideas de Lucio seguirán vigentes”. Su vida es un faro que guía, un recordatorio de que el cambio es posible, pero no sin sacrificio ni resistencia. En el eco de su lucha, México encuentra las claves para construir un futuro mejor.
Por eso somos los rompenueces.
