Marco Rubio, ¿una luz en medio del túnel?

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Pos por años, como sabemos, la narrativa proveniente de la Casa Blanca y sus aliados políticos hacia México ha estado teñida de amenazas, ultimátums y una visión unilateral de los problemas compartidos entre ambas naciones. Sin embargo, la reciente comparecencia de Marco Rubio, próximo secretario de Estado de Estados Unidos, en el Senado de su país, ofrece un atisbo de esperanza: una voz que, por fin, se inclina hacia la colaboración en lugar del enfrentamiento.

“Le tomamos la palabra”, afirmó Claudia Sheinbaum, presidenta de México, al referirse a las declaraciones de Rubio, quien subrayó la importancia de la cooperación entre ambos países para combatir los cárteles de la droga. En un contexto donde la retórica punitiva ha sido el centro del discurso de muchos actores cercanos a Donald Trump, Rubio plantea un enfoque más equilibrado y realista. Este cambio de tono, por pequeño que parezca, podría marcar un punto de inflexión en la relación bilateral.

Y es que la crisis del fentanilo, que ha cobrado miles de vidas en Estados Unidos, y el tráfico ilegal de armas hacia México son dos caras de una misma moneda. Durante años, los gobiernos han debatido soluciones aisladas que terminan siendo parches temporales. Ahora, Rubio parece reconocer que solo mediante un diálogo de alto nivel y acciones conjuntas será posible mitigar estos problemas. Las palabras del próximo secretario de Estado son un llamado a dejar atrás la visión simplista de “culpar al vecino” y aceptar que ambos países comparten responsabilidades y consecuencias.

La presidenta Sheinbaum, con su característico temple, celebró el reconocimiento de Rubio sobre las complejidades de declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Este planteamiento, promovido por sectores radicales de la política estadounidense, no solo amenaza la soberanía de México, sino que podría desatar una escalada de violencia en la región. Reconocer las implicaciones de una medida tan agresiva es un primer paso hacia un enfoque más sensato.

Sin embargo, la presidenta no dejó pasar la oportunidad de criticar a quienes, desde dentro de México, han abogado por la intervención extranjera como solución a los problemas internos. “Son traidores”, sentenció, recordando que el respeto a la soberanía es un principio inquebrantable. Esta postura no solo refuerza la dignidad nacional, sino que también envía un mensaje claro: México está dispuesto a colaborar, pero desde una posición de igualdad, no de subordinación.

Resulta y resalta, pues, que el contexto económico también juega un papel crucial en esta nueva etapa de diálogo. Como señaló Sheinbaum, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) ha sido un motor de crecimiento para la región. Entre 2018 y 2024, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos se duplicaron, gracias a la confianza de empresas estadounidenses en la estabilidad y competitividad de México. Este dato, lejos de ser anecdótico, refuerza la interdependencia económica entre las dos naciones y subraya la importancia de preservar y fortalecer los lazos comerciales.

La presidenta se mostró optimista ante la posibilidad de que Donald Trump, al asumir nuevamente la presidencia de Estados Unidos, respalde un modelo de colaboración respetuosa con México. Aunque las formas de Trump son muchas veces polémicas, Sheinbaum confía en que el pragmatismo del magnate prevalecerá al reconocer que la cooperación es la única vía para enfrentar los desafíos compartidos.

En este nuevo capítulo de la relación bilateral, el enfoque planteado por Rubio podría ser una una ventana de oportunidad para superar años de tensión, aunque también hay dudar, ya que es una persona cercana a Trump. Si bien las palabras deben transformarse en acciones concretas, es alentador que desde el corazón del próximo gobierno estadounidense surja una voz que apueste por el entendimiento en lugar de la confrontación.

Aún quedan preguntas por responder y desafíos por enfrentar, pero esta apertura al diálogo puede ser el inicio de una relación más madura y efectiva. México y Estados Unidos no son enemigos; son vecinos que comparten fronteras, historias y futuros. Es momento de que ambos gobiernos, con el respaldo de sus ciudadanos, construyan puentes en lugar de muros.

Por eso somos los rompenueces.

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