México, Estados Unidos y el reto diplomático: exageraciones y realidades

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Pos el inminente regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha encendido las alarmas en diversos sectores de México. Los medios nacionales no han perdido tiempo en construir un relato lleno de incertidumbre y miedo, sugiriendo que las relaciones entre ambos países podrían verse afectadas de manera negativa e irreversible. Sin embargo, más allá de las exageraciones mediáticas, la diplomacia mexicana enfrenta un desafío significativo, pero no insuperable.

Marcelo Ebrard, secretario de Economía, ha sido enfático en señalar que, aunque las negociaciones con el nuevo gobierno de Trump no serán sencillas, México tiene la capacidad y los argumentos necesarios para manejar esta situación con «sangre fría e inteligencia». Este llamado a la calma y la preparación es un recordatorio de que no todo está perdido y que el país tiene cartas sólidas para jugar en la mesa de las negociaciones.

Y es que la relación comercial entre México y Estados Unidos es más robusta de lo que muchos creen. En los últimos años, México se ha consolidado como el principal socio comercial de Estados Unidos, superando incluso a gigantes como China. Este año, las exportaciones mexicanas hacia el vecino del norte crecieron un 6.5%, mientras que las importaciones estadounidenses aumentaron un 4.7%. Estas cifras no solo muestran una economía mexicana fortalecida, sino también un lazo comercial que es mutuamente beneficioso y difícil de desarticular sin costos significativos para ambas partes.

Ebrard destacó que la base de esta relación es el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), un acuerdo que, a pesar de las tensiones políticas, ha demostrado ser un motor de crecimiento para ambos países. Imponer aranceles elevados, como ha amenazado Trump en el pasado, no es solo un golpe para México, sino también un búmeran que podría perjudicar a los consumidores estadounidenses, quienes se verían obligados a pagar precios más altos por productos de uso diario.

La estrategia mexicana, tal como lo planteó Ebrard ayer, consiste en mantener la serenidad y basarse en hechos concretos. «Las guerras comerciales no tienen ganadores ni benefician al mundo», han declarado incluso autoridades chinas, señalando las repercusiones globales de políticas arancelarias irrazonables. Esta postura de Pekín frente a las tensiones comerciales con Trump nos da una lección importante: la paciencia y la diplomacia son armas más poderosas que las reacciones impulsivas.

Es cierto que Trump es un negociador difícil y que sus políticas pueden ser disruptivas. Sin embargo, Ebrard subraya que México no parte de una posición de debilidad. Por el contrario, nuestra economía muestra signos de vitalidad, y nuestras exportaciones a Estados Unidos no han hecho más que crecer. Además, el país cuenta con un equipo diplomático que lleva meses preparándose para este escenario, lo que contrarresta las narrativas alarmistas que muchos prefieren difundir.

Resulta y resalta que la presidenta Claudia Sheinbaum, quien también ha estado en contacto con Trump, ha dado muestras de que el gobierno mexicano está listo para enfrentar cualquier eventualidad. Se ha hablado incluso de reuniones estratégicas, como una posible cita con el magnate Elon Musk, para asegurar inversiones y continuar desarrollando proyectos que beneficien a ambos lados de la frontera.

El contexto global también juega a favor de México. La economía mundial es demasiado interdependiente para que las decisiones unilaterales no tengan consecuencias. Los líderes de otras potencias, como el presidente de China, Xi Jinping, han abogado por el diálogo y la cooperación como el único camino viable. Y es que, como bien dice el dicho, «cuando dos elefantes luchan, la hierba es la que sufre». En este caso, el daño colateral de una confrontación entre México y Estados Unidos sería demasiado alto para ignorarlo.

Es importante que la sociedad mexicana no se deje llevar por el pánico que a veces generan las noticias, sobre todo por los medios que han emprendido una guerra contra la 4T. Sí, hay retos por delante, pero México ha demostrado una y otra vez que sabe negociar y proteger sus intereses. La relación con Estados Unidos no va a ser fácil, pero tampoco será imposible de manejar. La clave está en la estrategia, la preparación y, sobre todo, en no ceder ante las presiones sin sentido.

El verdadero reto será mantener el equilibrio y recordar que las amenazas, aunque intimidantes, son solo una parte del juego político. La diplomacia mexicana ha sorteado peores crisis en el pasado y, con los ojos puestos en el futuro, es hora de demostrar que la sangre fría y la inteligencia pueden más que el miedo y la improvisación.

Nos leemos el próximo lunes.

Por eso somos los rompenueces.

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