Otro incumplimiento a los maestros chihuahuenses

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El desfile del Día del Trabajo del pasado miércoles en nuestro estado ha servido como un triste recordatorio de la negligencia del Gobierno hacia aquellos que dedican sus vidas a educar a las generaciones futuras.

Y es que mientras los reflectores se enfocaban en el desfile, la verdadera historia tras bastidores se revelaba: unos 25 mil maestros sindicalizados marcharon no solo para conmemorar el día, sino para exigir lo que legítimamente les corresponde.

Las demandas son claras y resonantes: salarios caídos, condiciones laborales precarias y una total falta de atención a sus necesidades más básicas. ¿Es esto acaso un retrato de un gobierno comprometido con la educación y el bienestar de sus educadores? La respuesta, lamentablemente, es un rotundo no.

El Secretario General de la Sección 8va. del SNTE, Eduardo Zendejas, levantó la voz en nombre de los miles de maestros, exigiendo que el Gobierno estatal y el ISSSTE atiendan las necesidades urgentes de los sindicalizados. ¿Y cuáles son estas necesidades urgentes? Simple: recibir los salarios que les fueron prometidos y que tan desesperadamente necesitan para sostener sus hogares y familias.

Pero la injusticia no se limita a los salarios caídos. Según informes obtenidos por Redes Ciudadanas, unos 150 docentes en la región sur han sido privados de su salario durante ¡dos años! Dos años de dedicación a una profesión noble, solo para ser abandonados por aquellos que tienen la responsabilidad de proteger sus derechos más básicos.

La situación es tan desesperada que estos educadores, desprovistos de su salario, se ven obligados a buscar trabajos alternativos, como conducir taxis u otros oficios, simplemente para subsistir. ¿Es este el trato que merecen aquellos que se dedican a moldear las mentes jóvenes de nuestra sociedad?

La falta de basificación prometida para el último día de abril es solo la punta del iceberg. La carencia de atención médica adecuada, otro compromiso incumplido, deja a estos maestros en una situación aún más precaria, obligándolos a enfrentar no solo dificultades económicas, sino también la preocupación constante por su salud y bienestar.

Es hora de que el Gobierno estatal deje de lado las promesas vacías y tome medidas concretas para abordar esta crisis. Los maestros merecen más que discursos políticos y gestos simbólicos. Merecen respeto, apoyo y, sobre todo, el cumplimiento de los compromisos que se les han hecho.

Mientras los maestros marchaban en las calles, su voz resonaba con una claridad inconfundible: ¡basta de promesas rotas, basta de abandono!

Es hora de que el gobierno actúe y demuestre que realmente valora la labor de aquellos que dan forma al futuro de nuestra sociedad.

Por eso somos los rompenueces.

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