Adriana Romero A.
En los año ochenta el narcotráfico en Ciudad Juárez era diferente. Aunque había violencia y asesinatos relacionados con el crimen organizado, los cadáveres eran enterrados en fosas en los suburbios de la ciudad. No había balaceras en las calles, ni encobijados, ni mujeres descuartizadas.
Eran tiempos en que los narcotraficantes se mezclaban entre los empresarios, mientras la economía crecía como nunca en la frontera.
El jefe de la plaza era Rafael Aguilar Guajardo, un agente de la entonces Dirección Federal de Seguridad, quien junto con con Gilberto Ontiveros “El Greñas” y Rafael Muñoz Talavera, fundaron el poderoso Cártel de Juárez.
Ontiveros es hoy el único vivo de los tres. Alejado del crimen organizado, por su edad y algunas enfermedades, pasa su tiempo fuera de los reflectores de la delincuencia. En las últimas noticias en las que apareció su nombre fue en el 2019, cuando su hijo Gilberto Ontiveros Mejía, de 39 años, fue asesinado en el otoño de ese año.
Muñoz Talavera, en cambio, fue ejecutado la mañana del 10 de septiembre de 1998.
El periodista Rubén Villalpando, corresponsal de La Jornada, cubrió el crimen de Talavera a nivel nacional:
“Esta mañana fue muerto con varios disparos el capo Rafael Muñoz Talavera, uno de los principales fundadores del cártel de Juárez, junto con los también desaparecidos Rafael Aguilar y Amado Carrillo Fuentes.
El cuerpo fue localizado a las 6:30 horas en el interior de una camioneta tipo Cherokee, color blanco, de reciente modelo, blindada y con equipo especial que producía descargas eléctricas, la cual fue localizada en el estacionamiento de un centro comercial.
El hombre, de aproximadamente 45 años, presentaba huellas de tortura en varias partes del cuerpo, y el médico legista dice que la causa de la muerte fue disparo de arma de fuego en la cabeza, que la tenía cubierta con una bolsa de plástico y cinta adhesiva industrial, con la cual también lo ataron de pies y manos.
Es el asesinado número 26 de 1998, muchos de los cuales fueron estrangulados o baleados en la cabeza, luego de secuestrarlos, por presuntos ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes.
El procurador de Justicia estatal, Arturo Chávez Chávez, dijo que no tenían el reporte de su desaparición en los últimos días y que la víctima llevaba aproximadamente 12 horas muerto cuando abandonaron el vehículo blindado con el cuerpo dentro.
Muñoz Talavera comenzó el año pasado una guerra contra los sucesores de Amado Carrillo, y mandó a matar a los principales hombres del cártel de Juárez en esta frontera, matanzas que se realizaron en restaurantes y bares. Estuvo detenido en 1986 por delitos contra la salud y salió dos años después; en 1990 lo detuvieron de nuevo, pero obtuvo la libertad en 1995 porque había sido juzgado por el mismo delito.
Hace apenas 15 días fueron asesinados tres hombres que trabajaban para los hermanos Muñoz Talavera; de estos últimos aún queda uno vivo.”
Pero hoy en Redes Ciudadanas el personaje que nos interesa es Rafael Aguilar Guajardo.
Gilberto Ontiveros, y Rafael Aguilar Guajardo habían hecho alianza a finales de 1986 para controlar desde el Cereso la operación del narcotráfico.
Según datos periodísticos, desde 1982 las autoridades de todos los niveles de Gobierno sabían que Gilberto Ontiveros y Rafael Aguilar Guajardo estaban relacionados con el narcotráfico. El primero, un poco más operador, tenía su fuerza en la colonia Hidalgo, sitio donde creció y ayudó a que algunos dueños de negocios, sobre todo talleres mecánicos, se hicieran ricos de la noche.
Fue hasta 1986 cuando la Policía Judicial Federal emprendió acciones legales contra ellos.
Durante esos cuatro años la frontera vivió un zoom en los negocios.
Un exempleado de una tienda de botas que ha permanecido abierta desde 1975, recordó a Redes Ciudadanas cómo un día de 1994, en una sucursal de la avenida Insurgentes llegaron dos tipos con sombreros en camionetas de lujo.
“Llegaron dos hombres con sombreros, de ésos entraban muchos, pues era una tienda de botas, verdad, entonces me preguntaron si teníamos suficiente productos como para un batallón”, contó “R” a Redes Ciudadanas.
La respuesta fue que sí. Los hombres se fueron y al día siguiente llegaron con alrededor de 20 hombres. Les tomaron medidas y cada uno pidió varios modelos. Al final pagaron en total unos 15 mil dólares en efectivo.
Lo mismo sucedía en las agencias de autos nuevos, cuando no había leyes contra el lavado de dinero, las casas de cambio, los hoteles. Todos se vieron beneficiados con los dólares que inundaban a la ciudad.
Historias como las de “R” abundan. Hoy 40 años después las cosas han cambiado. Ya no existe un solo jefe de plaza y el narcotráfico se ha atomizado.
Después de dos guerras, la primera de ellas de 2008 al 2011, que dejó más de 10 mil víctimas, y la segunda, iniciada hace cuatro años, aunque con menos intensidad, han provocado que ahora los ejecutados sean por el control de la venta de drogas en las colonias, de acuerdo con el fiscal estatal, Carlos Manuel Salas.
El narcotráfico vivía su más grande esplendor. En Allende, Chihuahua, Rafael Caro Quintero tenía su paraíso en “El Búfalo”, con más de 545 hectáreas de plantpios de marihuana, que fueron descubiertas el 6 de noviembre de 1984, cuando gracias a que el agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena, logró infiltrarse y liderar la operación, sin embargo, después Quintero logró capturar al agente y asesinarlo.
Aunque nunca se hizo oficial, pero era un secreto a voces. Rafa Aguilar en Ciudad Jupárez era dueño de muchos negocios exitosos, entre ellos, la disco Amadeus, comparadas con las mejores del país, que estaba ubicada en lo que ahora es Plaza de las Américas, en el área del Pronaf.
Se decía que Aguilar llevaba hasta 25 años con la conducción del mercado nacional de la droga, pero nadie lo tacaba.
Aguilar, zar de unos de los cinco grupos que manejaban el narco en el país, fue asesinado en abril de 1993 en Quintana Roo.
Meses antes, cuando era objeto de investigaciones, amenazó en público que estaba dispuesto a denunciar los nexos entre el narcotráfico y el poder público mexicano. Y si a esto “se añade el hecho de que la Procuraduría General de la República preparaba ya una nueva ofensiva legal en contra del excomandante de la Dirección Federal de Seguridad, resulta obvio que en los últimos días había más de un sector interesado en eliminarlo y acallar para siempre sus eventuales delaciones”, publicó un medio impreso de Ciudad Juárez.
El Zar murió con sus secretos sobre quiénes en la alta esfera de la política mexicana se benefiaban con el dinero del narco.