Tiempo de mujeres en México

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En el corazón de la Ciudad de México, el Zócalo vibraba de vida y energía mientras una nueva era se consolidaba. Un río humano se desbordaba en el Centro Histórico, una marea imparable de esperanza, emoción y cambio. En ese mar de personas, un grupo de mujeres formaba un pequeño dique, un muro firme y decidido ante la fuerza arrolladora de la multitud. Venían de todas partes del país para presenciar un momento histórico: la toma de posesión de Claudia Sheinbaum como la primera Presidenta de México. Un evento que no solo marcaba el inicio de un nuevo gobierno, sino también el comienzo de un nuevo tiempo en México, un tiempo liderado por mujeres.

Martha Patricia, una mujer de 59 años que viajó desde Aguascalientes, observaba la escena con admiración. Su emoción era palpable mientras sostenía su lugar en la multitud. «Nunca pensé que vería a una mujer en la Presidencia», confesaba. «Pasaron dos siglos y 65 presidentes hombres antes de que esto sucediera. Pero ahora, con Claudia, hemos llegado todas. Yo creo que este simple hecho hará que sea más sensible a lo que vivimos las mujeres en este país». El sentimiento de Martha era compartido por muchas de las presentes, quienes reconocían que con Sheinbaum en el poder, algo profundo había cambiado. Algo que, por años, parecía inmutable en una sociedad donde siete de cada diez mujeres han enfrentado algún tipo de violencia, según datos del Inegi.

El discurso de Sheinbaum no solo tocó las fibras del público femenino, sino que también resonó en los corazones de muchos hombres. Sergio Alonso, un hombre originario de Oaxaca, confesaba que las palabras de la nueva Presidenta lo habían llevado a reflexionar sobre su propia vida. Recordaba cómo en su familia las mujeres eran excluidas de la educación, y cómo esa desigualdad se había perpetuado durante generaciones. «Mis abuelos no dejaron que mis tías estudiaran porque decían que solo serviría para cuidar al marido y los hijos. Incluso mi papá no mandaba a la escuela a mis hermanas», relataba con una mirada vidriosa, quizás por la emoción o por el cansancio del viaje. «Pero ahora, mi hija es ingeniera bioquímica, y siento que las cosas están cambiando».

Mientras tanto, en la esquina de las calles 16 de Septiembre e Isabel la Católica, donde una pantalla gigante retransmitía la ceremonia de toma de posesión, las proclamas de Sheinbaum eran recibidas con vítores y el cántico unánime de «¡Pre-sii-denta! ¡Pre-sii-denta!». Desde este simbólico cruce de caminos, que representa tanto el inicio de la Independencia como la influencia de Isabel la Católica, las emociones del Zócalo se extendían a cada rincón de la ciudad. En ese microcosmos, cada palabra de Sheinbaum era replicada con fervor, y el eco de sus promesas resonaba tanto en las calles aledañas como en los bares y cafés cercanos.

Doña Humbertina Michua, de 67 años, quien había viajado desde Tulyehualco y se encontraba reposando en una silla plegable, expresaba su esperanza de que, finalmente, el trabajo invisible de las mujeres —las labores domésticas y de cuidado— comenzara a ser reconocido y valorado. «Es malagradecido ese trabajo», decía con una mezcla de resignación y esperanza. «Una apenas termina de limpiar y ya tiene que lavar los platos y atender a los hijos y al esposo. Ni enfermarse puede una. Yo una vez hasta con calentura preparé la comida, y nadie me lo reconoció. Ojalá que esto empiece a cambiar».

El evento no solo representó un hito para las mujeres, sino también un desafío para los hombres. En la nueva era de Sheinbaum, las relaciones de poder, tanto en la esfera pública como en la privada, tendrán que ser reconfiguradas. María Arenas, una ingeniera de 59 años, reflexionaba sobre la transformación que se avecinaba: «Creo que este proceso tendrá un impacto profundo en la manera en que los hombres ven su papel en la sociedad. Quizás sea por obligación, pero poco a poco aprenderán a ver lo que antes era invisible».

A medida que avanzaba la tarde, el cántico «Es un honor estar con Claudia hoy» resonaba con fuerza en el Zócalo y en las calles circundantes. El tiempo de las mujeres había llegado, y con él, la esperanza de un México más justo, inclusivo y equitativo. Como dijo Maya, una joven de 16 años que había venido acompañada de su madre y su tía: «Claudia parece una rebelde porque llegó a ser Presidenta. Pero un día, lo que ahora parece rebeldía será lo normal, y espero que así sea».

Con la investidura de Claudia Sheinbaum, México no solo ha hecho historia, sino que ha abierto un nuevo capítulo. Uno donde las mujeres son protagonistas y donde, finalmente, se reconoce su valor, fuerza y capacidad para liderar el país hacia un futuro mejor.

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