Pos, ¿qué creen? Los mercados mundiales no mienten. Cada vez que Donald Trump suelta una declaración incendiaria sobre su intención de imponer aranceles a diestra y siniestra, el mundo financiero reacciona con la misma certeza con la que el agua moja: pánico, desplomes bursátiles y la búsqueda desesperada de refugios financieros. El escenario que se dibuja con las amenazas arancelarias globales del exmandatario estadounidense es el de una economía cada vez más asfixiada, con consecuencias que no sólo afectan a Estados Unidos, sino al mundo entero.
Y es que los mercados financieros han dado una muestra clara de lo que temen. En la última sesión de marzo y del primer trimestre de 2025, la volatilidad se apoderó de las Bolsas mundiales. El miedo a una nueva guerra comercial, que erosionaría el crecimiento económico y dispararía la inflación, ha provocado caídas superiores al uno por ciento en los principales índices bursátiles. Los inversionistas saben bien que los aranceles actúan como un lastre que encarece los bienes y reduce el consumo, generando un efecto dominó que pocos países pueden evitar.
El dólar, como siempre, se fortalece en medio de la incertidumbre, mientras que las divisas emergentes, como el peso mexicano, mantienen una estabilidad frágil. Sin embargo, el verdadero termómetro del nerviosismo está en el oro, que sigue alcanzando récords históricos, impulsado por la incertidumbre económica. La misma tendencia se observa en el yen japonés, otro refugio financiero por excelencia. Estos movimientos reflejan lo que los expertos ya anticipan: si Trump vuelve a imponer barreras comerciales, la estabilidad global será la primera víctima.
El problema no es únicamente financiero. En el mundo real, las empresas manufactureras, los exportadores y los consumidores ya sienten el golpe de estas amenazas. Cada arancel adicional significa un mayor costo de producción que, tarde o temprano, se traslada a los precios de los bienes y servicios. En un momento en que las economías buscan alivio mediante reducciones en las tasas de interés, el aumento en la inflación, producto de estos impuestos comerciales, podría impedir que los bancos centrales implementen estímulos económicos. La consecuencia directa: menor crecimiento, más desempleo y un ciclo de estancamiento difícil de revertir.
Los efectos ya están a la vista. Los mercados bursátiles asiáticos y europeos han sufrido caídas pronunciadas, con el Nikkei 225 desplomándose un 3.9 por ciento y el índice Taiex de Taiwán perdiendo un 4.2 por ciento. En Wall Street, el Nasdaq se hunde un 1.69 por ciento, mientras que el S&P 500 y el Dow Jones siguen la misma tendencia. En México, el Índice de Precios y Cotizaciones se desliza 1.25 por ciento. Todo esto, en un contexto donde la renta fija sigue atrayendo inversores que buscan evitar la tormenta que se avecina.
Resulta y resalta que las consecuencias de estas políticas proteccionistas van más allá de las cifras de mercado. Sectores estratégicos como la tecnología, la automoción y la industria manufacturera dependen de cadenas de suministro globalizadas que, ante cada nuevo arancel, se vuelven más caras y menos eficientes. China, la Unión Europea y México son algunos de los principales afectados por estas medidas, pero la ironía es que Estados Unidos tampoco sale ileso: su propia industria y consumidores terminan pagando el precio de estas decisiones.
El petróleo, por su parte, vive su propia paradoja. A pesar de las tensiones económicas, el Brent y el West Texas han subido debido a restricciones de suministro y sanciones a países como Venezuela, Irán y Rusia. Pero no nos engañemos: si la economía global entra en una fase de desaceleración, la demanda de crudo caerá y con ella, los precios también se verán afectados.
El panorama es cada vez más oscuro, pues. Trump ha demostrado que sus políticas comerciales pueden sumir a los mercados en el caos, y si su retórica proteccionista se materializa en una ofensiva arancelaria global, las perspectivas económicas sólo pueden empeorar. El mundo necesita estabilidad, cooperación y crecimiento sostenido, no un nuevo episodio de guerra comercial. Pero mientras la incertidumbre persista, los inversionistas seguirán buscando refugio y los consumidores seguirán pagando la factura de decisiones que, lejos de fortalecer a una nación, debilitan a toda la economía mundial.
Por eso somos los rompenueces.