Pos en la antesala de las elecciones estadounidenses, Donald Trump recurririó a una vieja táctica que ya se temía: amenazar a México con aranceles comerciales para reforzar su popularidad entre el sector más radical de su base electoral. Aunque Claudia Sheinbaum, presidenta de México, ha afirmado que, de ganar Trump, establecería una coordinación bilateral en temas de narcotráfico y migración, el panorama que se vislumbra para nuestro país es complicado, y las señales de conflicto ya han aparecido.
Y es que durante un reciente mitin en Raleigh, Carolina del Norte, Trump utilizó ayer un discurso cargado de retórica nacionalista y xenófoba. Acusó a México de invadir Estados Unidos y de aprovecharse de su vecino del norte, como si las relaciones entre ambos países se trataran de un mero juego de beneficios unilaterales. Sus palabras evocaron los momentos más tensos de su administración pasada, cuando México se vio obligado a desplegar 28 mil soldados en su frontera sur, bajo la amenaza de aranceles comerciales. Trump no dudó en anunciar que, de resultar electo, impondría un impuesto inicial del 25 % sobre todas las exportaciones mexicanas si no se refuerzan las medidas para frenar la migración. Incluso mencionó que esta cifra podría alcanzar el 100 % si el país no cumple sus expectativas.
Ante estas amenazas, Sheinbaum mantuvo una postura de apertura a la negociación y subrayó que su gobierno ha trabajado desde diciembre de 2023 en una reducción significativa de la migración irregular hacia el norte, la cual ha disminuido en un 75 %. La mandataria expresó su intención de abrir un diálogo de alto nivel con la administración estadounidense que resulte electa, en el que se detallarán las acciones de México tanto en migración como en la lucha contra el narcotráfico.
Sin embargo, la amenaza de Trump no solo es una herramienta electoral; es también una estrategia de presión diplomática que podría alterar profundamente la estabilidad económica de México. El arancel propuesto no solo afectaría a las grandes empresas exportadoras, sino a millones de empleos y sectores productivos que dependen del mercado estadounidense. Con un impacto directo en las exportaciones mexicanas, desde el sector automotriz hasta el agroindustrial, México se vería obligado a asumir costos económicos y sociales que pondrían en jaque su estabilidad.
Resulta y resalta que la amenaza de Trump, en muchos sentidos, revive las prácticas coercitivas que empleó durante su primer mandato, cuando presionó a México para contener el flujo migratorio mediante el despliegue de tropas en la frontera sur. No obstante, este discurso también refleja una notable falta de conocimiento sobre las acciones que México ha implementado en materia de migración y seguridad. La presidenta Sheinbaum ha sido enfática en señalar que, además de la reducción de la migración irregular, su gobierno ha intensificado la persecución de redes de narcotráfico, dando ejemplos como la reciente captura de un narcotraficante de origen chino.
A pesar de los esfuerzos de México en materia de seguridad, es claro que Trump busca capitalizar la migración y el narcotráfico como puntos de ataque para dividir y movilizar a su base electoral. La acusación de que el país vecino «envía» criminales y terroristas a Estados Unidos es una versión reiterada de la narrativa antiinmigrante que lanzó en 2015 y que sigue resonando entre ciertos sectores de la sociedad estadounidense. En lugar de reconocer los avances en materia de colaboración y seguridad, Trump vuelve a simplificar una relación compleja en términos de “ellos contra nosotros”.
La respuesta de Sheinbaum alude a la importancia de mantener una relación diplomática sólida y basada en hechos. La presidenta insiste en que, más allá de los discursos de campaña, ambos países deben trabajar juntos para enfrentar los problemas de fondo, como la crisis migratoria y el tráfico de drogas. Sheinbaum propone que una vez resuelta la elección, se establezcan diálogos de alto nivel para que el nuevo presidente o presidenta de Estados Unidos conozca las acciones ya implementadas por México.
En caso de una victoria de Trump, la estrategia de Sheinbaum de diálogo y cooperación enfrentará una dura prueba. La amenaza de aranceles no es solo una estrategia electoral, sino una advertencia de cómo podrían deteriorarse las relaciones bilaterales en un escenario en el que Trump insista en ver a México como un obstáculo en vez de como un aliado estratégico. Los aranceles y la retórica beligerante afectarán inevitablemente no solo la economía, sino también la percepción de México en el escenario internacional, al ser visto bajo una constante amenaza de sanciones.
Esta situación no solo plantea un reto para Sheinbaum, quien deberá encontrar un equilibrio entre proteger los intereses nacionales y evitar una confrontación directa con un vecino tan importante como Estados Unidos, sino también para México como país. Frente a la posible amenaza arancelaria, se requiere una postura de defensa firme y estratégica que evite que el país se convierta en el chivo expiatorio de las políticas nacionalistas y de confrontación de Trump.
La nueva etapa de la relación México-Estados Unidos, bajo la posible sombra de un segundo mandato de Trump, nos recuerda los desafíos de vivir junto a un vecino con quien compartimos no solo fronteras, sino también economías, familias y sueños. El resultado lo sabremos en las siguientes horas.
Por eso somos los rompenueces.