Una bomba de tiempo que tendrá que desactivar Trump

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Pos Donald Trump, quien será el próximo presidente de Estados Unidos, debería centrar su atención en una problemática interna que amenaza con desbordarse: el creciente número de personas en situación de calle en su país. Mientras dedica energías a disputas con México y Canadá sobre migración, las cifras alarmantes reveladas por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano exigen una acción inmediata y decidida en el ámbito doméstico.

Entre enero de 2023 y enero de 2024, el número de personas sin hogar en Estados Unidos aumentó un 18 por ciento, alcanzando un récord de 771 mil 480 personas. Esto equivale a 23 de cada 10 mil habitantes viviendo en refugios de emergencia, alojamientos temporales o simplemente a la intemperie. Este aumento, que se suma a un incremento del 12 por ciento registrado el año pasado, pone de manifiesto una crisis social que no puede ser ignorada.

Más alarmante aún es el impacto en los menores de edad: en 2024, casi 150 mil niños experimentaron la falta de hogar, un aumento del 33 por ciento respecto al año anterior. Esta situación no solo es un testimonio del deterioro del tejido social estadounidense, sino también un llamado urgente a priorizar políticas que aborden las causas estructurales de este fenómeno.

Y es que los factores detrás de esta crisis son diversos: la vivienda inasequible, la elevada inflación, el racismo sistémico, las catástrofes naturales y el aumento de la inmigración, según el informe del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano. La combinación de estas variables ha llevado al límite a los sistemas de servicios para personas sin hogar, dejando a cientos de miles sin opciones viables para una vida digna.

Resulta y resalta que el racismo sistémico también juega un papel fundamental en esta tragedia. Aunque las personas negras representan solo el 12 por ciento de la población total de Estados Unidos, constituyen el 32 por ciento de las personas sin hogar. Esta desproporción es un reflejo del fracaso continuo en abordar las desigualdades históricas y estructurales que perpetúan la pobreza y la exclusión social.

En este contexto, resulta irónico que Trump centre su retórica en construir muros y restringir el acceso a migrantes cuando el país enfrenta una emergencia humanitaria en su propio territorio. Las tiendas de campaña en las aceras de ciudades como San Francisco, Nueva York y Seattle son testigos silentes de un sistema roto, donde los más vulnerables son relegados al olvido.

Si bien algunas ciudades, como Dallas y Los Ángeles, han logrado disminuir el número de personas sin hogar gracias a estrategias locales efectivas, estos avances son insuficientes frente a la magnitud del problema. La falta de una política federal integral que aborde tanto la crisis de vivienda como las desigualdades económicas y raciales perpetúa un círculo vicioso de exclusión.

Trump, quien se jacta de su habilidad para negociar y «hacer grandes tratos», tendría una oportunidad única de demostrar liderazgo al enfrentar esta crisis de manera decidida. En lugar de polarizar a la opinión pública con su habitual discurso incendiario contra los países vecinos, podría enfocar su administración en garantizar que cada estadounidense tenga un techo digno sobre su cabeza.

Esto no solo sería un acto de justicia social, sino también una inversión en la estabilidad y el bienestar del país. La falta de hogar genera costos elevados en servicios de salud, seguridad pública y asistencia social, recursos que podrían ser redirigidos hacia soluciones sostenibles, como la construcción de viviendas asequibles y programas de inserción laboral.

En un momento histórico donde Estados Unidos enfrenta profundas divisiones internas y una pérdida de credibilidad internacional, abordar la crisis de las personas sin hogar podría convertirse en un legado que trascienda la polarización partidista. Trump tiene en sus manos la posibilidad de redirigir el rumbo hacia un modelo de liderazgo basado en la empatía y la acción concreta.

La pregunta que queda por responder es si optará por hacerlo o si, una vez más, priorizará la confrontación y el oportunismo político sobre las necesidades reales de su nación. Los cientos de miles de estadounidenses que hoy viven sin hogar merecen algo más que indiferencia; merecen un líder que, finalmente, los vea.

Por eso somos los rompenueces.

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