Pos, ¿qué creen? Por más que se pongan corbata, alquilen yates o firmen desplegados, la oposición conservadora de México sigue extraviada. No tienen liderazgo, no tienen proyecto y, peor aún, no tienen cara. Por eso han tenido que revivir al expresidente Ernesto Zedillo, aquel tecnócrata sin voto que, con una llamada a los empresarios, desató una de las peores crisis económicas del país. Hoy, más de dos décadas después, lo desempolvan para que juegue el triste papel de vocero de un PRIAN sin rumbo.
No deja de ser irónico que Zedillo, símbolo del neoliberalismo más feroz, salga a opinar sobre supuestos riesgos autoritarios, cuando fue él quien privatizó, rescató banqueros con dinero público y convirtió el endeudamiento en política de Estado. Ahora, como si el tiempo no hubiese pasado, aparece en escena sólo porque se avecina una transformación de fondo: la elección popular de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial.
Es eso lo que realmente les duele. Que por primera vez en la historia, el pueblo tenga voz en una de las estructuras más elitistas y blindadas del poder. No están defendiendo la justicia, están defendiendo sus privilegios. Y como ya no les quedan figuras creíbles, han tenido que reciclar a Zedillo, como antes a Calderón desde su autoexilio en yate o a Fox desde su desconexión total con la realidad.
Y es que Claudia Sheinbaum fue directa: “¿Dónde están Claudio X. González, Xóchitl Gálvez, Alito?” La pregunta es legítima y dolorosa para la oposición. González, escondido; Gálvez, desinflada; Alito, desprestigiado. En ese vacío han optado por echar mano de los ex presidentes. Pero ni siquiera ellos escapan al descrédito. Peña Nieto guarda silencio absoluto; Calderón no puede hablar sin salpicar sangre; Fox, bueno, Fox es una caricatura de sí mismo. ¿Y Salinas? Ese ni en el PRIAN se atreven a invocar su nombre en voz alta.
Resulta y resalta que el problema para ellos es que la memoria histórica no les favorece. La gente no ha olvidado el Fobaproa. No ha olvidado cómo Zedillo socializó las pérdidas de los bancos y rescató a los más ricos mientras empobrecía a millones. No ha olvidado a las familias que perdieron sus casas, sus negocios y hasta la posibilidad de un futuro. Tampoco ha olvidado que muchos tuvieron que cruzar la frontera, no por el sueño americano, sino por la pesadilla neoliberal.
Zedillo dice que el Fobaproa ya fue revisado. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por quién? Nadie lo recuerda porque, sencillamente, no fue así. Y ahora que la presidenta Sheinbaum ha anunciado que se abrirá ese expediente y se informará cada mañana sobre los detalles del rescate bancario, tiemblan. Tiemblan porque se sabrá quiénes fueron los beneficiarios, cuánto se les entregó y con qué influencias. Porque se pondrá en evidencia cómo se construyó ese modelo donde se rescató a los de arriba con el sudor de los de abajo.
El expresidente, que ahora vive entre Nueva York y sus conferencias, recibe además una pensión vitalicia de 143 mil pesos mensuales. Eso también indigna. Porque no sólo se le premió por haberle hecho el favor a los banqueros, sino que se le sigue pagando por ello. Por eso la presidenta pidió al Banco de México que aclare esa cifra. Porque la transparencia ya no será un privilegio del poder, sino una exigencia del pueblo.
Lo que la derecha no entiende es que ya no basta con sacar a sus dinosaurios neoliberales del retiro. Hoy la ciudadanía exige participación, exige justicia, y exige que el Poder Judicial deje de estar secuestrado por intereses oscuros. La elección popular de jueces es un paso histórico hacia esa democratización.
El PRIAN, sin propuestas ni liderazgos, sólo le queda mentir. Y por eso agitan fantasmas, aunque esos fantasmas lleven nombre y apellido: Ernesto Zedillo Ponce de León, el hombre que convirtió una crisis en catástrofe y que ahora, con el mismo cinismo de siempre, se atreve a opinar.
Pero los tiempos cambiaron. Hoy el pueblo tiene memoria, y también voz. Y no necesita voceros de la vieja política para decidir su futuro.
Por eso somos los rompenueces.